Miliciano de Sahwa en un retén en la ciudad iraquí de Samarra
Por Karlos Zurutuza
SAMARRA, Iraq, 9 mar (IPS) - "No hemos cobrado desde que se fueron los estadounidenses en diciembre. Si la situación no mejora, abandonaré este puesto de control la semana que viene", explica Saif Ahmed, uno de los integrantes de la milicia que presume de haber derrotado a Al Qaeda en Iraq.
En Samarra, el desánimo entre los milicianos de los Consejos del Despertar –Sahwa en árabe– es tan tangible como los escombros y el polvo de esta localidad situada 150 kilómetros al norte de Bagdad, sobre la ribera oriental del río Tigris.
"Fuimos nosotros, y no los estadounidenses, los que derrotamos a Al Qaeda en Iraq", sostiene desde su residencia el jeque Sheik Jalid Fleieh, el principal impulsor de los Consejos del Despertar en Samarra.
Las milicias Sahwa, también conocidas como los "Hijos de Iraq", se constituyeron como resultado de una alianza de diferentes líderes tribales para garantizar la seguridad en sus comunidades.
El movimiento se fundó en las regiones sunitas de Anbar y Salahadin –centro de Iraq– en 2005, dos años después de la invasión estadounidense, pero en menos de 12 meses pasó a ser una fuerza de seguridad paralela a las ya existentes por todo el país.
"Al Qaeda llegó a nuestro territorio después de la invasión con el pretexto de combatir a los ocupantes", recuerda Fleieh.
"En un principio unimos fuerzas pero, al poco, los yihadistas empezaron a asesinar a nuestra propia gente: líderes tribales, abogados, profesores, ingenieros… Todo aquel que jugara cierto papel en la sociedad se convertía en objetivo de forma automática", describe Fleieh, refugiado hoy detrás de muros de hormigón y custodiado por milicianos en ropas de camuflaje.
Muchos de los miembros de Sahwa son antiguos insurgentes reconvertidos en milicianos pro gubernamentales. Desde sus inicios recibían sueldos de unos 330 dólares por custodiar retenes y realizar patrullas en sus localidades. Pero sus ingresos se han desvanecido junto con la retirada de las tropas estadounidenses.
"El plan original era integrar a nuestros efectivos progresivamente a las Fuerzas de Seguridad Iraquíes, pero ahora todos sabemos que no eran más que falsas promesas", dice Latif Majad Abdullatif, comandante en jefe de la milicia en Samarra.
"Tengo a 2.000 hombres con familias a las que mantener en una situación desesperada y ya no sé ni qué decirles", añade este mando militar, que apenas logra disimular su impotencia.
Los hombres de Abdullatif son una parte de los casi 100.000 efectivos con los que cuenta Sahwa.
El plan inicial del gobierno iraquí –incorporar a una cuarta parte de ellos en una primera fase– parece haberse estancado, y hoy todo el mundo se pregunta qué va a pasar con esas decenas de miles de hombres arruinados, pero armados con rifles de asalto.
Abdulljabar Abdulrahim, miliciano Sahwa de Samarra, lo tiene claro: "Si no he cobrado en dos semanas me buscaré otro trabajo, bien en el sector de la construcción o en el de la limpieza", asegura este hombre que sostiene un AK 47 y viste equipo deportivo y chancletas.
"Se me rompió el uniforme y no puedo gastarme el dinero que no tengo en uno nuevo", se defiende, mientras controla la entrada de automóviles en un distrito al norte de Samarra.
Amistades peligrosas
Cuando se acude a los locales no armados, se recogen opiniones que oscilan entre la compasión y la indiferencia.
"Esperan en mitad de la calle a que los maten por realizar un trabajo por el que ni siquiera cobran; ¿se puede ser más desgraciado?", dice Yousef Abdulhamid desde la tienda de alimentos que administra muy cerca del icónico minarete helicoidal de Samarra.
Apenas a 200 metros de su puesto, un póster en la pared recuerda a Omar Nasaif Jassim, un miliciano de Sahwa presuntamente asesinado por Al Qaeda hace dos meses.
"No me dan ninguna lástima. Se unieron a los invasores, estos los usaron como una servilleta y los han tirado a la basura cuando ya no les sirven. ¿Qué esperaban de los estadounidenses?", describe Rahim, taxista local.
A pesar de la reciente retirada de las tropas de Estados Unidos, Rahim se queja de seguir viviendo bajo ocupación, "la de Irán a través de los partidos políticos chiitas en el poder", dice.
Pero también los hay más optimistas. Desde su despacho en el ayuntamiento de Samarra, el alcalde Omar Mohammad Hassan habla de una "mejora significativa" en la seguridad que atribuye al "perfecto equilibrio" entre las tropas desplegadas.
"Contamos con fuerzas del gobierno central, las del Ministerio del Interior y los milicianos de Sahwa. Excepto algún episodio aislado, la seguridad en la ciudad es total", asegura Hassan con orgullo no disimulado.
Al día de hoy, nadie discute que los Hijos de Iraq han contribuido a reducir notablemente los grados de violencia en el país.
Pero son muchos, empezando por el primer ministro Nuri al-Maliki, los que temen que dichos grupos se puedan volver incontrolables en el futuro hasta convertirse, en palabras del gobernante iraquí, en una "oposición sunita armada".
Sunitas y chiitas profesan adhesión a dos ramas divergentes de la religión musulmana. Los chiitas constituyen 60 por ciento de la población de este país. Los sunitas, una minoría que ronda el 20 por ciento, eran el grupo islámico dominante en el depuesto régimen de Saddam Hussein (1979-2003).
Desde su residencia en el sur de Bagdad, Saad al-Muttalibi, miembro de Dawa –el partido de Al Maliki– aporta su versión de los hechos: "El programa de los Hijos de Iraq sirvió para atraer a muchos iraquíes armados hacia el nuevo gobierno, pero fue impulsado y coordinado por los estadounidenses", explica.
"Los estadounidenses demoraron mucho en trasferirnos la base de datos que incluía 97.000 nombres, entre los cuales encontramos desde un niño de 13 años hasta un anciano de 70", argumenta.
"Por otra parte, no podemos integrar en las fuerzas de seguridad a aquellos con un pasado criminal, o simplemente a los que no tienen una formación militar específica", agrega Al-Muttalibi.
Mientras el futuro de los Hijos de Iraq permanece en suspenso, un creciente número de sunitas denuncian que se les veta el ingreso tanto a las fuerzas armadas como a la administración pública.
Así las cosas, cada vez son más los que dibujan un escenario a corto plazo en el que los milicianos recurran a sus antiguos aliados y posteriores enemigos. De ser así, Al Qaeda podría convertirse en la única fuente de ingresos para decenas de miles de Hijos de Iraq abandonados a su suerte, y a sus rifles de asalto.
http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=100315
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