Por Juan Gelman
Comenzó el lunes pasado, pero su futuro es incierto. La XV Conferencia de la ONU sobre el cambio climático (CO15) se abrió con una suerte de subrayado de los peligros reales que el fenómeno entraña y con declaraciones desde la Casa Blanca que no satisficieron a sus aliados europeos: le reclamaron más. La propuesta de Obama sólo reduciría las emisiones de carbono estadounidenses un 17 por ciento en relación al año 2005, mientras que de la Unión Europea se espera una disminución del 30 por ciento. Muy loable, pero el verdadero juego de la Conferencia pasa por otro lugar.
Seis meses antes de que ésta se llevara a cabo, 650 ejecutivos prominentes, dueños de periódicos, líderes políticos, científicos, economistas y representantes de diferentes gobiernos se reunieron en el marco de la Cumbre empresarial mundial sobre el cambio climático (Cemcc), que deliberó del 24 al 26 de mayo también en Copenhague. La inauguró nada menos que el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y el Nobel de la Paz Al Gore hizo su aporte discursivo. Los resultados de la Cemcc se resumen en un “informe para decisores políticos” encargado por las corporaciones a PriceWaterHouseCoopers, la empresa consultora más grande del mundo: 155.000 empleados en 150 países y 28.000 millones de dólares de ganancia en el año fiscal julio 2007/junio 2008.
El documento, que prefigura los lineamientos que muy probablemente seguirán los acuerdos de la CO15, poco tiene que ver con preocupaciones ambientales. Más bien consiste en una agenda de cómo obtener beneficios gracias al calentamiento global, y puede leerse en el sitio del Consejo del Clima, organismo sueco con asiento en la capital danesa que ha promovido la colaboración entre empresarios internacionales y científicos con vistas al CO15 (www.copenhaguenclimatecouncil, 3-6-09). Cabe reconocer que el informe no es oscuro: “El anhelo implícito de la Cemcc fue el de afrontar los desafíos gemelos del cambio climático y de la crisis económica. Los participantes de esta Cumbre analizaron cómo esos riesgos pueden ser convertidos en una oportunidad si los círculos empresariales y los gobiernos trabajan juntos, y qué políticas, incentivos e inversiones estimularán con mayor eficacia el crecimiento (de consumo) del carbón”. En suma, como señala el economista canadiense Michel Chossudovsky, “el consenso sobre los peligros del efecto invernadero se usa para justificar un lucrativo y multimillonario plan de comercialización del carbón en beneficio de las corporaciones y las instituciones financieras y en detrimento de los países en desarrollo” (www.globalresearch.ca, 7-12-09).
La importante empresa de asesoría económica Bloomberg lanzó la alarma: declaró que el plan de comercialización del carbón se centrará en torno de los llamados instrumentos o productos financieros derivados, terreno fértil para la especulación y uno de los factores que desencadenaron la crisis económica en EE.UU. “Los bancos –indicó– se preparan para hacer con el carbón lo mismo que hicieron antes” (www.bloomberg.com, 4-12-09). Michael Masters, fundador de la consultora Masters Capital Management, señaló a su vez que “los especuladores terminarán controlando los precios del carbón estadounidense..., los bancos procurarán inflar el mercado carbonífero..., Wall Street lo venderá como un producto de inversión y nada de esto tiene que ver con la oferta y la demanda reales, ya vimos esta película”. El boom no regulado de instrumentos financieros relacionados con el previsto aumento del consumo de carbón, menos contaminante que el petróleo, no tendrá otro efecto que profundizar aún más la crisis económica. Lo cual poco importa a los voraces perseguidores de beneficios máximos inmediatos.
Podrán manejarse muchos temas en los 11 días que durará esta Cumbre sobre el cambio climático convocada por la ONU, pero nunca se hablará de “las modificaciones técnicas ambientales” con fines militares que una Convención del organismo internacional prohíbe. La cuestión ha sido expresamente excluida de la agenda y no se trata sólo de los daños que bombardeos y otras delicias de la guerra causan al medio ambiente: es además y sobre todo su manipulación con propósitos bélicos.
En el 2007 se desclasificaron documentos de los archivos oficiales del gobierno británico que “revelan que tanto EE.UU., a la cabeza en este campo, como la Unión Soviética tenían programas militares secretos destinados a controlar el clima del mundo. ‘En el año 2025 Estados Unidos será dueño del clima’, dicen que se vanaglorió un científico” (www.expess.co.uk, 16-7-09). En efecto, funcionarios del Pentágono admiten que durante la guerra de Vietnam practicaron la llamada “siembra de nubes” para provocar lluvias copiosas que arrasaran los cultivos de zonas bajo control del Vietcong y se estima que la pluviosidad aumentó un tercio. Un ejemplito de lo que la humanidad puede esperar.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-136727-2009-12-10.html
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