Hemos recibido una solicitud de perdón por parte de Fernando Lugo, presidente de Paraguay.
Recalco que "hemos recibido" porque su perdón no se dirige solo a su país sino a toda la sociedad en sí.
Aunque la Iglesia Católica no es “santo de mi devoción”, debemos dejar el puritanismo a un lado y terminar de estar entre los primeros que se creen libres de pecado y están prestos para lanzar la primera piedra.
El tema relevante ahora no es la cantidad de hijos que tiene el señor presidente, ni en qué condiciones se produjeron dichas procreaciones porque ya sería caer en algo meramente morboso; sino en hacer un análisis concienzudo de las perversiones a las que somete el catolicismo a sus sacerdotes al reprimirles el derecho humano de disfrutar de una sana sexualidad.
El reprimir constantemente el instinto básico del ser humano, lleva y fuerza situaciones como la que está en la palestra.
Ya nadie duda que la Iglesia Católica es hipócrita al exigirle a sus fieles lo que en su propia jerarquía pueden respetar: el celibato.
Tema aparte claro está que al encontrarse ahora bajo la lupa, podrían aparecer mujeres víctimas de un sacerdote “descarado” que se valía de su posición para seducir féminas.
Este hecho, vale recalcar, no tendría siquiera que ser considerado si las mujeres eran todas adultas ya que compartirían la falta de tener relaciones sexuales extramatrimoniales; lo grave sería que entre ellas se encontraran menores de edad, pero no vamos a especular por ahora en ese sentido.
La situación da para reflexionar en varios aspectos, entre ellos el que ahora los enemigos políticos del señor presidente exijan que renuncie a su puesto porque le mintió al pueblo…
El que diga que Lugo faltó a la verdad a sus compatriotas al ocultar que tenía hijos es quien en realidad está mintiendo.
Lugo no incluía en su programa de gobierno alguna cláusula que prometiera esclarecer a cuántos hijos sumaban su prole o en la que jurara que durante sus años como sacerdote y obispo había sido célibe; sino a un viraje en las políticas añejas que tiene herida de muerte a la democracia tal y como la conocemos y por ende fue esta propuesta la que le dio el triunfo final.
Como mujer que ha sido víctima de violencia doméstica podría sentirme profundamente herida y reflejada con las que han procreado hijos con Fernando Lugo, es natural adherirse a un sentimiento de protección hacia los más humildes y vulnerables. Estas mujeres al parecer de extracto humilde se encuentran en una paradoja. Algunas pueden sentirse engañadas, talvez cada una creía que era la única que había tenido a su lado al señor obispo de forma tan íntima. Pero, dejémonos de falsas poses; ya que entre ellas, la señora Damiana Hortensia Morán Amarilla de 39 años y un hijo de año y cuatro meses, explica que sacó a la luz la paternidad de su hijo ante las presiones de los enemigos políticos del presidente pero que no va a exigir nada al gobernante.
Eso, estimados hermanos y amigos, tiene un nombre: “compartir responsabilidades” y es la mujer que más me llama la atención de este delicado tema, porque sin duda es sincera y actuó por amor verdadero y de hecho, lo sigue haciendo.
Las otras, parecen simplemente el caso de las típicas mujeres despechadas que dentro de la normalidad de su país, estaban acostumbradas a tener hijos sin que el padre se hiciera cargo de ellos. La situación cambia cuando el padre se convierte en presidente del país.
Una de estas estimadas señoras afirma que tiene a su esposo convaleciente. A quién juzgamos ahora entonces, ¿a Lugo que era soltero o a la mujer que teniendo a un esposo enfermo se va a la cama con su confesor?
La posición de fariseos que se rasgan las vestiduras no es la mejor, lo conveniente sería que la propia Iglesia vaya reconociendo que sus métodos retrógrados de reprimir la esencia natural del ser humano, produce más mal que bien.
Sano, ineludible e impostergable, la Iglesia debe sacudirse y dejar la hipocresía a un lado, en buena hora que ha salido a la luz pública una situación que se da en todos nuestros países y que constituye un secreto a voces.
Si el señor Lugo es un buen presidente y a otros personajes terribles de la historia se les ha perdonado pequeños errores y se han tomado actitudes condescendientes por comodidad y por el bien del país, ¿porqué Lugo es diferente?
Pareciera que es simple conveniencia de los políticos de siempre para tratar de quitar del camino a un político promisorio, más que hacer prevalecer los valores que se estiran y encogen dependiendo de los intereses personales y corruptos de nuestra clase política.
Bien por Lugo, bien por nosotros, ahora no parece tan lejano aquello de que: "cada pueblo tiene al gobernante que merece", porque Lugo representa una situación típica que es manejada bajo la alfombra.
Se cumple aquello de que lo que se hace a escondidas, siempre sale a la luz.
Ha llegado el momento de que se haga la luz y demostrar de qué estamos hechos.
Rashida Jenny Torres
Musulmana Costarricense
http://elpais.cr/articulos.php?id=5677
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