Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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miércoles, 27 de enero de 2010

“La vida merece ser vivida”.

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TERAPIA CON VICTIMAS CIVILES EN LA FRANJA DE GAZA


Al cumplirse un año de la intervención que el gobierno israelí denominó Plomo Fundido, el Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza presenta resultados de su trabajo con niños y adolescentes que sufrieron traumas físicos y psíquicos.

Por el Programa de Salud Mental de la Comunidad

Osama, de nueve años, vive con su familia en Beit Hanon, cerca del límite entre la Franja de Gaza e Israel. La familia posee un modesto almacén, en un salón dentro de la casa. Fadi, el hermano mayor, era responsable de este negocio, que mantuvo abierto incluso durante la guerra. Un día, Faid abrió el almacén como de costumbre. En ese momento, Osama, que estaba en la casa de su tía, decidió ir a su casa. Mientras volvía, escuchó el sonido de un cohete lanzado por las fuerzas israelíes. El sonido estaba muy próximo. La gente en la calle estaba aterrada y también Osama. Fadi, por su parte, salió del comercio para ver a dónde se dirigía el cohete, y entonces fue herido mortalmente. Osama, que estaba llegando a su casa, presenció los sucesos, incluso la muerte de su hermano.

Osama reaccionó con un grave estado de pánico, agregado a una leve herida en su espalda. Entró a su casa gritando y llorando, después de la muerte de su hermano ante sus ojos. Su familia no estaba todavía informada de la muerte del hijo, y Osama no pudo decirlo hasta que ellos salieron a la calle y vieron el cadáver.

Después del fin de la guerra en Gaza, Osama volvió a la escuela, como lo hicieron los demás alumnos. Pero, luego de un tiempo, empezó a padecer diversos síntomas, lo cual requirió la intervención de la trabajadora social en su escuela. Se contactó a su familia y se decidió derivarlo al Centro Comunitario del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza.

Después de examinar el caso de Osama, se diagnosticaron síntomas que incluían: ansiedad; excesiva violencia hacia otros chicos; enuresis nocturna; temor, desencadenado por causas triviales; problemas con sus hermanos; llanto continuo; presencia obsesiva de la escena de la muerte de su hermano.

El equipo del Centro Comunitario de Gaza preparó un programa terapéutico, después de hacer chequeos médicos que se consideraron necesarios. El plan incluía abordajes terapéuticos expresivos, especialmente terapia de juego y dibujo libre; también se procuró facilitar la catarsis emocional. El plan terapéutico incluyó también el seguimiento de la familia, especialmente la madre, que padecía depresión y no estaba en condiciones de enfrentar el trauma de la pérdida de Fadi, su hijo mayor. La familia en general necesitaba intervención terapéutica y apoyo psicológico, tras los sucesos que había padecido; se procuró poner en cuestión y modificar los pensamientos negativos. También se trabajó en fortalecer su red de apoyo social.

A partir de las sesiones terapéuticas y del conjunto de intervenciones, Osama empezó a mostrar una mayor apertura hacia los demás. La mayor parte de los síntomas que había padecido desaparecieron. Empezó a jugar con sus amigos y sus hermanos, y su concentración en los temas escolares mejoró.

Loai, diez años

Loai, de diez años, el 14 de enero de 2009 fue gravemente herido en un raid aéreo israelí que afectó a su familia, en Beit Lahia, Gaza. El niño, con su padre y su primo, salía de la escuela en la que su familia residía desde hacía 15 días, luego de haber evacuado su casa. Intentaban volver a la casa para retirar alimentos, frazadas y algunas otras pertenencias, ya que la escuela estaba repleta de gente que carecía de las necesidades básicas para vivir; había más de sesenta personas en un solo salón de clases.

Las heridas causadas por el ataque aéreo dejaron ciego a Loai; también padeció lesiones en la cabeza y una mano. Su primo resultó muerto. Además, a causa del continuo bombardeo israelí, Loai permaneció sangrando durante una hora y media sin que nadie pudiera acercarse; incluso su padre, que estaba a pocos metros de él, no podía dar un solo paso para salvar a su hijo. Loai mismo trató de arrastrarse para alcanzar a su padre pero no pudo. Cuando el bombardeo disminuyó, unas vecinas auxiliaron a Loai, lo llevaron a un lugar seguro y su padre pudo recuperarlo. Después la ambulancia lo llevó al hospital Kamal Odwan, y posteriormente fue enviado a Arabia Saudita para recibir tratamiento, acompañado por su padre.

Loai era un chico activo e inteligente. Ya era la mano derecha de su padre en el modesto comercio que los ayudaba a cubrir sus necesidades básicas. Pensaba siempre en comprarse una bicicleta como tenían otros chicos. Quería ser un hombre de negocios. Loai estaba muy ligado a su familia, especialmente a su hermano mayor Rajab, que a su vez tenía dos hijos, Raed y Rajab junior. Rajab murió poco después, el 16 de febrero, en el último ataque israelí sobre Gaza, mientras trabajaba en una granja, alcanzado por una esquirla.

Loai, durante su tratamiento en Arabia Saudita, no sabía que su hermano había muerto. Cuando volvió, le había traído regalos y esperaba que Rajab fuera el primero en abrazarlo. Cuando supo de la muerte de su hermano, sufrió un shock. Loai todavía espera que su hermano reaparezca, sigue con la esperanza de verlo. Siente que, si su hermano hubiera estado vivo, él se habría sentido más fuerte y podría haber olvidado su discapacidad.

Sin embargo, de regreso de Arabia Saudita, su sobrino Rajab junior se acercó mucho a él y le dio apoyo. De todos modos, Loai, transformado en un ser desamparado que depende de otros, se volvió asustadizo y vacilante en cuanto a dar cualquier paso adelante en su vida. Pasó a estar preocupado siempre por su futuro, todo el tiempo temiendo una caída. Se volvió incapaz de alcanzar sus sueños más simples. Ha logrado andar en bicicleta, sin embargo, de noche, con la ayuda de su abuela que se ocupa de acompañarlo durante esas horas.

Loai fue derivado desde la Asociación Majid, una organización civil que trabaja con el Centro Comunitario del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza. Cuando el psicólogo Rawy a Hamam lo visitó en su casa, Loai sufría síntomas de desorden de estrés postraumático, que incluían insomnio, ansiedad, sentimientos de culpa y rabia hacia su familia, sentimiento de dolor paralizante por la pérdida de su hermano. Era fácilmente perturbado por razones menores.

Se proveyó a Loai y su familia un servicio de intervención familiar, que incluyera la posibilidad de desahogo emocional, ayudándolo a expresar sus sentimientos y a afrontar las circunstancias que se le planteaban, a través de actividades diarias concentradas en los puntos de fortaleza del niño. El Centro todavía está siguiendo el caso de Loai y mantiene contacto con su familia y su escuela. El seguimiento del caso muestra en Loai un notorio progreso. Empezó a expresar su miedo y sus preocupaciones. Logró centrarse menos en su limitación, y empezó a pensar en sus sueños y su futuro.

Loai todavía no cree que él perdió la vista definitivamente, sigue con la expectativa de que un día será capaz de ver otra vez. Pero también parece determinado a que su ceguera no obstruya su camino ni le impida totalmente vivir como los demás chicos.

Fathia, 18 años

Fathia Iz Al Deen Mussa, de 18 años, del barrio Al Sabra de Ciudad de Gaza, planteó lo siguiente en su testimonio para el Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza, después del fin de la intervención militar israelí. “Yo era la única que había quedado en la casa. No quise irme hasta que mis padres, mi hermano Waheed y Mohammed y mi hermana Noor fueran evacuados y llevados al hospital. Pero yo sabía que me engañaba a mí misma con la esperanza de que todavía estuvieran vivos. Deseé haber muerto con ellos. Esperé que los cuerpos fueran llevados a casa, para ofrecer los últimos respetos, pero nunca llegaron: los cuerpos habían quedado deshechos más allá de toda posibilidad de ser reconocidos, desparramados. Era demasiado difícil identificarlos.”

“Dos meses y medio más tarde –contó–, todavía tengo miedo de estar sola, incluso, a veces, de estar sola en el baño. Tengo problemas para dormir, recuerdo lo que pasó. Nunca olvidaré haber visto la sangre y los pedazos de los cuerpos de mi familia desparramados alrededor de nuestra casa. Esa noche me quedé en la casa de mi abuelo Abu Sameer Al Jarah, junto con mis hermanas Hannen y Sabreen. No podía entender qué me estaba pasando. Yo estaba herida en la pierna, pero no me di cuenta hasta que empezó a dolerme más tarde esa noche. Al día siguiente, retiraron de mi pierna metralla y vidrios.”

La clínica y análisis del caso de Fathia fueron efectuados por los psicólogos Rawya Hamam y Insherah Zakout. Tras el fin de la intervención de las fuerzas armadas israelíes, un equipo de trabajadores sociales y profesionales del Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza visitó a los sobrevivientes de la familia Mussa. La familia sufría severos síntomas de desorden por estrés postraumático, incluyendo insomnio, pesadillas y pérdida de apetito. También sufrían desgano, desesperanza y depresión.

El equipo preparó un plan terapéutico para la familia que incluyó desahogo emocional, para darles la oportunidad de expresar sus dolorosos sentimientos y describir cada suceso con detalle. También, el equipo habló con ellos acerca de los sucesos, y de los síntomas y reacciones que se consideran normales en tales casos, utilizando un abordaje psicoeducativo. El equipo también destacó la importancia de fortalecer la red de apoyo social y de trabajar en corregir los sentimientos y pensamientos negativos. Durante el trabajo con la familia, el equipo se concentró en los puntos positivos de fuerza de los individuos, y los ayudó a hacer planes para su futuro. También, una de las chicas acordó en unirse al Proyecto de Empoderamiento de las Mujeres del Programa de Salud Mental, y fue entrenada en técnicas que pueden ayudar a aliviar los síntomas del trastorno por estrés postraumático, como la respiración profunda y la relajación. La familia recibe tratamiento mediante visitas semanales en su casa. El seguimiento del caso de Fathia registró en ella una gran mejoría; ella empezó a hablar con otras personas, y empezó también a pensar en trabajar y en depender de sí misma.

* Organización no gubernamental fundada en 1990. Su director es Riyad Al Zanoun. Entre los miembros de su Consejo Asesor se cuentan: Inge Genefke, del Consejo Internacional de Rehabilitación para Víctimas de la Tortura, en Dinamarca; Henrik Pelling, especialista en psiquiatría infantil de Suecia; Helen Bamber, de la Fundación médica de Gran Bretaña; Ruchama Marton, de Médicos por los Derechos Humanos, de Israel. Texto extractado del informe La vida merece ser vivida, publicado en el primer aniversario de la intervención militar israelí en Gaza.

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La justicia es curativa

Por el Psmcg


Hace un año, durante el ataque israelí sobre Gaza, más de 1400 personas palestinas murieron y 5000 fueron heridas, en su mayoría civiles. Cientos de padres e hijos fueron alcanzados por disparos o explosiones, o quemados hasta la muerte con fósforo blanco. Miles de chicos quedaron sin hogar y fueron desplazados a refugios temporarios y tiendas, por largos períodos. Sus heridas psicológicas permanecen escasamente suturadas y todavía abiertas. El final de la guerra no equivale al final del dolor y el sufrimiento. En el Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza, diariamente presenciamos el impacto catastrófico de esa violencia. Sin perjuicio de atender al daño y la agonía causados por la ocupación, una cuestión permanece: ¿cómo habrá sido moldeada, a partir de estas experiencias de vida, la generación emergente? Advertimos cómo una población enardecida y desconsolada lucha para hacer frente a pérdidas angustiantes, que amenazan todos los aspectos de su crecimiento, su desarrollo y su bienestar psicológico.

El Programa de Salud Mental de la Comunidad de Gaza procura desarrollar la resiliencia de la comunidad y especialmente de los chicos. Nuestro trabajo es crítico, pero sabemos que la terapia no es suficiente para lidiar con el monto y la intensidad del sufrimiento que enfrentamos. Para las heridas de Gaza, la justicia es la única modalidad de tratamiento efectiva a largo plazo. La justicia es curativa para las víctimas. Creemos que un mundo sin justicia es un lugar peligroso, un campo de cultivo para la indefensión y el desánimo, un semillero de gente desesperada y sin nada que perder. Nuestra responsabilidad es contribuir a impedir esa situación y a crear un entorno de esperanza, donde la paz y la justicia puedan prevalecer.

http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-139148-2010-01-28.html

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