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Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:
«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».
Lo transmitió Muslim.
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domingo, 22 de agosto de 2010
El ayuno en la historia.
Un palestino lee el Corán sentado a la entrada de su tienda en la ciudad cisjordana de Hebrón en el primer día del Ramadán.
Los antiguos místicos, consideraban el ayuno como un medio imprescindible para el desarrollo espiritual.
El ayuno desde siempre ha tomado parte de la vida diaria de la humanidad, especialmente en los momentos de rituales.
El ayuno de Cuaresma no es más que un recuerdo de aquellos tiempos. En el momento en el que la tierra se encontraba más desnuda en frutas y verduras, antes del comienzo de la primavera, era el periodo adecuado para ayunar. Cuando las “despensas” del invierno se habían vaciado y la tierra no había dado aún sus primeros frutos de la primavera era el tiempo idóneo para el ayuno. Hubiera sido absurdo, especialmente hace siglos, instaurar la época de ayuno durante el verano por ejemplo, cuando la tierra nos da un gran número de frutas y verduras.
El ayuno ha sido siempre utilizado en la triple vía de limpieza corporal, descontaminación mental y búsqueda de claridad espiritual.
El ayuno tiene una larga historia y en gran parte está asociada a la religión y en la Biblia podemos encontrar unas 300 referencias al respecto.
Los místicos Juan de la Cruz, Teresa de Jesús y Francisco de Asís, realizaron muchos periodos de ayuno. En septiembre de 1224, tras cuarenta días de ayuno, mientras rezaba en el monte Alverno, Francisco de Asís sintió un dolor mezclado con placer y en su cuerpo aparecieron las marcas de la crucifixión de Cristo, los estigmas. Los antiguos místicos, consideraban el ayuno como un medio imprescindible para el desarrollo espiritual.
Fue importante en otra época el periodo de Cuaresma, periodo de ayuno, abstinencia y penitencia observado según la tradición cristiana. La duración de los cuarenta días de semiayuno de Cuaresma, fue establecido en el siglo IV. El martes de Carnaval, día anterior al Miércoles de Ceniza en el calendario cristiano, señala el comienzo de la Cuaresma, que es tradicionalmente un periodo de ayuno. O así lo era antes. En Alemania y Austria, el Martes de Carnaval se llama Fastnacht (‘víspera de ayuno’); en los países del sur de Europa se llama carnaval (palabra que procede de la expresión latina carnem levare, “quitar la carne”) que indica la prohibición de la ingestión de carne durante la cuaresma. Por lo general se celebra durante los tres días, llamados carnestolendas, que preceden al Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma en el calendario cristiano.
El ayuno se ha practicado durante siglos para la preparación de ceremonias y ritos de diversas religiones y filosofías de vida que lo contemplan en mayor o menor medida, tales como el cristianismo, el judaísmo, el islam, el confucionismo, el hinduismo, el taoísmo y el jainismo. Aunque el budismo sólo hace hincapié en la moderación en el consumo de alimentos, algunos de sus seguidores, también practican ayunos.
Es y ha sido practicado entre los chamanes de diversas culturas a lo largo y ancho de toda la geografía del planeta, especialmente como preparación de festividades concretas durante el año o para celebrar rituales de curación o rituales de acceso al “mundo paralelo” al que acuden en “búsqueda de la visión” para recoger información válida que les ayude en sus acciones de cura a los individuos de su tribu o clan.
También es y ha sido utilizado en los rituales e iniciaciones de muchas culturas a lo largo y ancho del mundo. En el siglo XIII, se otorgaba la dignidad de caballería con un ritual complejo; la Iglesia pedía al escudero que consagrara su armadura en el altar, que pasara la noche previa en vela orando y en ayuno, y que tomara un baño ritual antes de vestirse. Entonces se presentaba para ser armado caballero, investido con el derecho para portar las armas.
Entre los monjes cartujos, tres veces a la semana no se comía pan, agua, ni sal, y muchas veces al año mantenían largos ayunos.
Según el Dr. Bertholet, los normandos tenían la costumbre, antes de entrar en campaña, de hacer un ayuno según decían ellos, para afrontar la muerte con el cuerpo y el espíritu purificados. Los antiguos arios, según el Dr. Möller, tenían la costumbre de ayunar un día por semana.
El ayuno era una práctica común entre los indios Hopi de Norteamérica. La danza de la serpiente es un rito en el que se ayuna. En un momento del desarrollo de la fiesta cada participante sostiene una serpiente entre los dientes mientras baila. Al día siguiente de la ceremonia las serpientes son devueltas a la naturaleza para que difundan la noticia de que los hopis viven en armonía con el mundo natural y espiritual.
El ayuno también se ha practicado a lo largo de la historia con la intención de alejar las catástrofes o como forma de cumplir una penitencia por cometer un pecado. Algunos grupos indígenas estadounidenses mantenían ayunos tribales para conjurar desastres amenazadores, mientras que determinadas culturas indígenas mexicanas e incas guardaban ayuno para entrar en relación con sus dioses. Era practicado también el ayuno en las ceremonias rituales de los aztecas.
La abstinencia de alimentos formaba también parte de los ritos de fertilidad en algunas ceremonias primitivas. Muchas de esas ceremonias se practicaban en los equinoccios de primavera y otoño y han perdurado durante siglos.
Los documentos existentes demuestran que la práctica del ayuno o la abstinencia, ya sea parcial o completa de alimentos, existió en Asiria, Babilonia, China, Grecia, India, Palestina, Persia y Roma. Por el contrario la decadencia y desaparición del imperio romano coincidió con su época de excesos, entre ellos de la comida. Sabemos que vomitaban después de comer en exceso para poder seguir comiendo.
Los grandes excesos frecuentes con la comida y la bebida están siempre ligados al declive de una sociedad o cultura y esto lo tenemos que tener en cuenta actualmente. Una cosa es disfrutar de la comida y otra es hartarse de ella. Desde ahí podemos igualmente llegar a hartarnos de la vida.
Los datos que poseemos de las primeras civilizaciones de Mesopotamia y Egipto indican que cierta forma de ayuno era una parte importante de la práctica religiosa. Era una práctica común también entre los antiguos persas. En Egipto, los candidatos a la iniciación en los misterios de Isis y Osiris se sometían a una abstinencia total de siete días. La iniciación a los misterios de Eleusis entre los griegos requería la misma abstinencia, y el período de dichos rituales sagrados oscilaba de siete a nueve días. Sócrates y Platón ayunaban regularmente durante diez días seguidos. Para entrar en la escuela Pitagórica era requisito hacer un ayuno. En el templo de Delfos, en la Grecia antigua, la sacerdotisa no podía consultar el oráculo más que tras ser purificada por un ayuno de veinticuatro horas.
En el Antiguo Testamento, se menciona con frecuencia el ayuno e incluso curaciones que seguían a esta práctica. Por otro lado Buda realizó múltiples ayunos en el camino hacia su despertar. En los pueblos célticos, todo candidato a ser druida debía someterse a una larga preparación que incluía el ayuno.
En el maniqueísmo, antigua religión que desapareció del mundo occidental a principios de la edad media y que tomó el nombre de su fundador, el sabio persa Mani (216-276 dC), los discípulos practicaban ayunos semanales. San Agustín, el gran teólogo del siglo IV, fue maniqueo durante nueve años antes de su conversión al cristianismo aunque más tarde escribiría documentos importantes contra este movimiento, que también había sido condenado por varios papas y emperadores romanos.
Los primeros cristianos asociaron el ayuno con la penitencia y la purificación (ver por ejemplo: Mat. 6,16; Mr. 9,29). Uno de tantos ejemplos es el de Joel 2,15: “Tocad la trompeta de Sión, promulgad ayuno, pregonad asamblea”. El ayuno para los israelitas, como dice Rüdiger Dahlke, era el medio acreditado para mostrar a Dios su humildad e implorar gracia y ayuda: “Entonces rogó David a Dios por el niño y ayunó” (2 Samuel 12,16). “Sabéis qué ayuno quiero yo?, dice el Señor: Romper las ataduras de la iniquidad, deshacer los lazos opresores, dejar ir libres a los oprimidos y quebrantar todo yugo; partir su pan con el hambriento, abrigar al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no volver tu rostro ante tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora y se dejará ver pronto tu salud…(Isaías 58,3-9).
Durante los dos primeros siglos de su existencia, entre los primeros cristianos se estableció el ayuno como una preparación voluntaria para recibir los sacramentos de la eucaristía, el bautismo y las órdenes sagradas. Más tarde, estos ayunos se hicieron obligatorios. En el siglo VI, el semiayuno de Cuaresma se amplió de las 40 horas originales (el tiempo que pasó Jesucristo en el sepulcro) hasta los 40 días en los que sólo se permitía una comida al día. Después de la Reforma, la mayoría de las iglesias protestantes mantuvieron el ayuno y en algunos casos se hizo opcional. La Iglesia ortodoxa mantiene el cumplimiento de los ayunos.
Durante los primeros tiempos de la era cristiana la práctica del ayuno de veinticuatro horas era muy común. Es lo que se llamaba en latín: “Jejunium a vespera ad vesperam”. Ayunar desde el atardecer de un día al atardecer del siguiente.
Los persas, según Herodoto, mantenían su vitalidad y fortaleza del hecho de no hacer más que una comida al día y de abstenerse de carne. Avicena, famoso médico y filósofo árabe de la edad media, prescribía ayunos de 3 a 6 semanas a sus enfermos.
A. Reville cuenta igualmente que los sacerdotes del antiguo México vivían una vida austera y practicaban largos ayunos. “Previamente a todas las fiestas, se debían imponer un ayuno más o menos prolongado. Sus discípulos eran sometidos a una disciplina rigurosa con ayunos progresivos”.
Entre los judíos, el ayuno se ha guardado, con sentido penitente y purificador, cada Yom Kipur (‘día de la expiación’) desde que fuera prescrito con tal sentido por Moisés; en este día sagrado no se permite ni comer ni beber. Es muy conocido también el ayuno diurno, que acaba tras la puesta del Sol, realizado por los musulmanes durante el mes del Ramadán. En 1973, Egipto y Siria se unieron en un ataque contra Israel, con la intención de reconquistar el territorio árabe tomado por Israel en la guerra de los Seis Días (1967). Desencadenaron el ataque el día del Yom Kipur.
Los judíos orientales denominan al Yom Kipur “Ayuno Blanco”, por contraposición a Tishá be Av (el noveno día del mes Av), el “Ayuno Negro”, que se guarda en memoria de la destrucción del Templo. El Yom Kippur, o Día de la Expiación, es el día más sagrado del calendario judío. En esa jornada, el ayuno es tan estricto que ni siquiera se permite tomar agua. Es un día para la reconciliación, en el que se confiesan las transgresiones y se solicita el perdón de Dios.
Entre los musulmanes se encuentra el periodo del Ramadán. Periodo en el que los fieles a esa religión realizan un ayuno parcial y diurno que acaba tras la puesta del sol. Un dicho profético dice: “La dieta es el remedio de primer orden; el estómago es el receptáculo de las enfermedades; no se posee nunca la salud llenándose el estómago; no hay que agotarse con la comida y la bebida; comer con exceso es el padre de todos los males; el ayuno es el padre de todos los remedios”. Cuando los musulmanes van a la Meca, observan tres días de ayuno durante el viaje de ida y siete al regreso, sostenidos por el precepto de Mahoma: “El ayuno es salud”.
El Ramadán es el noveno mes del año islámico, mes santo del ayuno, y el ayuno durante este mes es uno de los cinco pilares del islam. Los otros cuatro son la profesión de fe, la oración, la limosna y la peregrinación a la Meca. Debido a que el calendario islámico es lunar cambia la fecha del Ramadán de un año a otro. El ayuno de Ramadán comienza cada día al amanecer y termina tan pronto se pone el sol y durante esta horas los musulmanes tienen prohibido comer, beber o fumar. El día posterior al final del Ramadán se denomina “Fiesta de la ruptura del ayuno” (Id el Fitr), y se celebra con oraciones y festejos especiales.
El aspirante a teuctli (en plural, teteuctin) entre los aztecas, palabra que designaba el grado más alto de nobleza, hacía rigurosa penitencia durante un año, que consistía en el ayuno, la frecuente efusión de sangre y la prohibición de toda relación sexual, además de tolerar con paciencia malos tratos para probar su constancia.
Son muy conocidos los repetidos ayunos, en forma de huelgas de hambre, llevados a cabo por Mahatma Gandhi, en su camino de no violencia, de ahimsa, para liberar a la India del gobierno de Gran Bretaña mediante una revolución pacífica. Utilizó el ayuno como “arma” en su resistencia pacífica y de no colaboración con el gobierno británico y demostró ser un verdadero “guerrero pacífico”. En septiembre de 1932, mientras estaba en la cárcel, llevó a cabo un “ayuno hasta la muerte” para mejorar la situación de la casta de los intocables. Sus ayunos fueron imprescindibles para concienciar al pueblo y conseguir del gobierno inglés la libertad y la independencia de la India. Pero además de sus ideas pacifistas Gandhi conocía los efectos beneficiosos de la abstinencia temporal de comida en la salud.
En resumen, el ayuno se ha practicado durante siglos en relación con ceremonias, rituales (iniciación, fertilidad…) y ritos de religiones que lo contemplan en mayor o menor medida.
Así que mientras unos celebran las fiestas ayunando, otros nos llenamos la tripa con banquetes. No nos levantamos del banco hasta que todo lo que se ha dispuesto en la mesa desaparece.
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