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sábado, 18 de diciembre de 2010

Las enseñanzas de Argentina para Europa

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Rubén M. Lo Vuolo · · · · ·

La crisis de la deuda en los países europeos ha estimulado la comparación con la crisis argentina de fines de 2001. Dos cuestiones suelen señalarse en esa comparación: 1) la imposibilidad de devaluar la moneda doméstica en la Argentina sometida a la regla de convertibilidad con el dólar sería similar a la situación de los países europeos atados a un euro "sobrevaluado" para sus niveles de competitividad; 2) los problemas de la deuda en correlación con el déficit fiscal y la necesidad de financiamiento externo exponían a la Argentina a un permanente monitoreo de los operadores financieros como así también a un "certificado de garantía de solidez de pago" de los organismos de asistencia crediticia, de modo semejante a lo que hoy se observa para algunos de los países europeos endeudados. Dadas estas similitudes, algunos analistas aventuran que la salida de la crisis de los países europeos endeudados es devaluar y salir del régimen monetario del euro, así como Argentina empezó a resolver su crisis devaluando y saliendo del régimen de la Convertibilidad.

Frente a estas opiniones, creo necesario formular algunas reflexiones sobre la crisis argentina como posible espejo para mirar el caso de los países europeos endeudados. En principio, es importante señalar que el creciente endeudamiento público argentino durante los años 90 estaba vinculado al funcionamiento del régimen monetario de la Convertibilidad, de resultas que por el mismo entraban dólares para alimentar una oferta monetaria totalmente "pasiva" en relación con las reservas de divisas. La deuda pública servía para alimentar el régimen bi-monetario (cuentas bancarias que recibían pesos pero eran nominadas en dólares). Así se estimulaba el crecimiento liderado por la valorización financiera del capital gracias a que las altas tasas de interés y el "seguro de cambio" que garantizaba la regla de Convertibilidad alentaban el ingreso de capitales foráneos. El déficit fiscal, que derivaba en endeudamiento público creciente, tenía diversos orígenes, entre otros la pérdida de recursos por la privatización del sistema de seguridad social, el creciente peso de los servicios de la deuda y un sistema tributario regresivo y de baja recaudación.

Los dos casos hasta ahora más críticos de Europa, que son Grecia e Irlanda, difieren de la Argentina (y también entre sí) en varias de estas cuestiones. Si bien es cierto que en Grecia el endeudamiento se vincula con el déficit fiscal, el origen del mismo no es asimilable a las exigencias de un régimen de Convertibilidad ni a transferencias de recursos públicos al sector privado como ocurría en la Argentina de los 90. Por su parte, Irlanda tuvo superávit fiscal entre 2000 y 2007 y esto permitió una sustancial reducción de su deuda pública. Lo que creció desmesuradamente fue la deuda de la banca de la mano de la especulación inmobiliaria. La deuda pública se cuadruplicó a partir de allí, pero la explicación está principalmente en el rescate al sector financiero y no en el déficit público por razones operativas. En cualquier caso, cabe anticipar que el hecho de pertenecer al régimen monetario del euro no es lo mismo que estar bajo un régimen de Convertibilidad; las posibilidades de hacer política monetaria en ambos casos difieren.

La Argentina de la Convertibilidad y su crisis

Un punto en común entre Argentina y los países endeudados en Europa es que ambos llegan a una crisis por haber apostado a un régimen de crecimiento económico alimentado por la renta financiera. En Argentina, la renta financiera estaba habilitada por un régimen de Convertibilidad que garantizaba libre entrada y salida de capitales especulativos que lucraban en dólares con tasas de interés elevadas en el sistema financiero local. El crédito no estaba muy expandido y el bajo "riesgo país" tenía que ver con la garantía que daba la Convertibilidad. El problema del sector financiero eran los depósitos bi-monetarios y la expansión secundaria que los mismos habilitaban: las reservas cubrían la emisión pero no la expansión por el multiplicador de los depósitos.

De hecho, el FMI llegó a la Argentina en agosto de 2001 con dólares frescos, de manera bastante similar a cómo lo está haciendo con Irlanda, para sostener con liquidez la eventual fuga de depósitos. Sin embargo, en Argentina esto sólo pospuso el problema; su principal efecto fue permitir que se "fuguen" del sistema bancario los grandes jugadores, de forma tal que fueron los pequeños y medianos ahorristas quienes quedaron atrapados en el sistema bancario cuando empezó la corrida y se decretó la indisponibilidad para extraer fondos ("corralito" y "corralón"). El problema central era la escasa capacidad del Banco Central para actuar como prestamista de última instancia en ese sistema bi-monetario. En la corrida bancaria argentina de fines de 2001, el BCRA fue lógicamente desbordado porque sus reservas no podían cubrir el total de los depósitos nominados en dólares.

El lógico corolario de esta situación fue la devaluación cercana a 300%, aplicada en el piso de una larga depresión económica (1998-2001), que fue precedida por la imposición de trabas para disponer de los depósitos en el sistema bancario. Inmediatamente se decretó un default de la deuda pública privada que suspendió por un tiempo la carga de buena parte de los servicios de la deuda en el presupuesto. Junto con la devaluación, a comienzos de 2002 se decretó una "pesificación asimétrica" de créditos y deudas nominadas en dólares a favor de los acreedores del sistema bancario, compensándose los desequilibrios en los balances de los bancos con emisión de nuevos títulos de la deuda pública que pasaron a ser el activo más importante de los mismos (a los que también se asistió con redescuentos del Banco Central). Con estas y otras medidas se modificaron las reglas económicas y financieras para que el régimen de crecimiento económico deje de financiarse con ahorro externo y pase a financiarse con ahorro doméstico "extraído" de los grupos más vulnerables de la población.

La suspensión del pago de la deuda afectó principalmente a los acreedores privados no institucionales del extranjero. La deuda en poder de los bancos locales fue canjeada y los bancos capitalizados con nueva deuda pública. Mientras tanto, se siguió pagando la deuda de los organismos multilaterales e incluso a fines de 2005 se pagó por adelantado y con reservas del Banco Central, la totalidad de la deuda con el FMI.

Los impactos del brusco ajuste implementado por todas estas medidas fueron brutales. Por nombrar algunos, en el primer trimestre de 2002 el PBI cayó (–16%), mientras que la tasa de desempleo abierto para ese año saltó hasta 21% y el salario real promedio cayó 24 %. Este shock puso al país en un estado de descalabro político y social, con dimisión del gobierno nacional y sucesión de presidentes provisionales.

La economía empezó a recuperarse a mediados de 2002. Al poco tiempo, el crecimiento se aceleró gracias al cambio en las reglas macroeconómicas pero también como consecuencia de la masiva entrada de divisas por el creciente valor de las exportaciones en un contexto internacional muy favorables a los precios de las commodities que exporta el país. Así, el déficit en la balanza comercial de los noventa se transformó rápidamente en superávit. Esta entrada de divisas permitió al Banco Central acumular reservas y al mismo tiempo sostener el tipo de cambio elevado esterilizando la oferta monetaria con deuda de la propia institución monetaria. El crecimiento económico junto con el default y el posterior canje de deuda, permitió bajar el ratio deuda/PBI del gobierno nacional.

El ajuste fiscal también fue potente. La Administración Nacional pasó de un déficit de 4% del PBI en 2001, a un pequeño superávit de 0,3% en 2003 y a partir de allí se ubicó en niveles superiores a 3% del PBI hasta 2008, cuando empieza a caer el superávit fiscal. El brusco ajuste fiscal se explica en el corto plazo por tres factores fundamentales: i) el señalado default de la deuda pública en poder de privados; ii) la fuerte caída del valor real de los salarios públicos y de los subsidios monetarios pagados por el Estado (pensiones, asignaciones familiares, etc.); iii) el aumento de la recaudación por impacto de la inflación (el estimada en 42% para el año 2002) y también por la aplicación de nuevos impuestos al creciente valor de las exportaciones. Estas y otras medidas derivaron en ganancias extraordinarias para los grupos económicos más concentrados, especialmente los ubicados en los sectores de bienes transables, como así también en cambios de valores patrimoniales extraordinarias en favor de deudores privados y en desmedro de los depositantes del sistema bancario y de los "fondos de jubilaciones y pensiones", entre otros.

La recuperación salarial empezó a acompañar el crecimiento económico más tarde, especialmente luego de 2005, pero vuelve a enfrentar problemas con la aceleración de la inflación, notable desde 2007. Lamentablemente, no hay cifras oficiales creíbles sobre la inflación porque a comienzos de ese año fue intervenido el organismo nacional de estadística (Indec) y adulterada la metodología de cálculo de los índices de precios. Sólo para dar un ejemplo, para el período enero 2006 - marzo 2010 el crecimiento del índice oficial nacional es apenas superior a 40%, mientras que, tomando registros de cuatro provincias con sistemas estadísticos no intervenidos por el gobierno nacional, se llega a valores superiores a 100%.

Argentina y los países europeos endeudados

Esta apretada síntesis de un proceso muy complejo muestra que la comparación entre el caso argentino y el europeo debe hacerse con cuidado. Un punto en común parece ser que la crisis deviene de un régimen de crecimiento económico liderado por la valorización financiera. La salida de la crisis en Argentina se hizo con diversas medidas y no sólo con la fuerte devaluación. También son relevantes el default, la indisponibilidad de depósitos, la pesificación asimétrica, etc. Los bancos fueron salvados colocando nueva deuda pública (sumando a la del Tesoro la emitida por el Banco Central), lo cual habilitó la continuidad de la renta financiera garantizada por el Estado. El ajuste fiscal, por su parte, tiene mucho que ver con la licuación por inflación del valor real de los salarios y del gasto público, así como suspensión y posterior reprogramación de los servicios de la deuda, junto con la aplicación de nuevos impuestos a las exportaciones en un contexto de crecimiento del precio de las commodities que exporta el país.

Argentina salió de la crisis pagando costos muy elevados y con medidas que demuestran que las crisis de los mercados se trasladan hacia el Estado y se resuelven por mecanismos políticos que involucran a todos los campos de la política pública. Hasta el momento, no se observa que Europa tome en cuenta esa enseñanza. Los países en problemas han anunciado fuertes ajustes fiscales y sin embargo es probable que continúe ascendiendo el ratio de deuda pública/PBI por el propio freno económico de ese ajuste fiscal (que no obstante algunos ya tildan de "insuficiente"). El "salvataje" del FMI y la Unión Europea a Irlanda es una inyección de liquidez que garantiza el pago por un tiempo pero no resuelve los problemas del peso de la deuda. Tampoco parece que la deflación de costos internos, principalmente salariales, haga recuperar suficiente competitividad para que las economías se vean empujadas por demanda externa. Esta fue la fracasada experiencia argentina del año 2001 antes del colapso.

Queda pendiente la potencial vulnerabilidad del sector bancario y aquí hay diferencias con la Argentina bi-monetaria de la Convertibilidad: el Banco Central de Argentina no podía emitir dólares para cubrir los depósitos. En cambio, el Banco Central Europeo puede actuar como prestamista de última instancia emitiendo euros. Esto le permitiría, por ejemplo, comprar títulos públicos de los países en problemas y de este modo "monetizar los déficits" para suavizar el ajuste, alejando así el riesgo del default. Esto no era posible en Argentina, porque antes tuvo que recuperar la capacidad de hacer política monetaria.

Claro que esto puede debilitar a la moneda europea, pero una caída de los países en problemas también lo haría y tal vez de modo mucho más grave. Y aquí se ve nuevamente que el problema es político, en tanto atañe a prioridades entre países miembros con diferentes situaciones. Algunos, como Alemania, parecen estar preocupados por el recalentamiento de su economía en crecimiento, pero no es la situación de los países con problemas de endeudamiento donde la eventual inflación no sería nociva y puede ayudar bajo cierto control a acomodar las cuentas.

Argentina enseña que inyectar liquidez, sin resolver el peso de la deuda y forzando un ajuste recesivo, probablemente sea ganar tiempo para que los grandes grupos económicos vean el modo de escapar de los efectos de la crisis. También enseña que la entrada de actores supra-nacionales en este proceso implica su involucramiento en decisiones de la política interna con una visión estrecha cuando no equivocada de los problemas. Las crisis de esta envergadura no se resuelven con medidas parciales y con ortodoxia fiscal y monetaria, sino con políticas heterodoxas coordinadas en muchos campos. Y cuanto antes se apliquen, mucho menor será el costo para la población más desfavorecida y vulnerable.

Rubén Lo Vuolo es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, Investigador en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de las Políticas Públicas (Ciepp) de Buenos Aires y Presidente de la "Red argentina de ingreso ciudadano" (Redaic). Su último libro es Distribución y crecimiento. Una controversia persistente (CIEPP - Institut CDC Pour la recherche - Miño y Dávila Editores).

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3780

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