Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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martes, 17 de enero de 2012

Sometimiento a la Realidad.



Fragmento de El islam como anarquismo místico (ed. Virus 2010)
Autor: Abdennur Prado


La palabra islam significa sometimiento o entrega a Al-lâh. Pero debemos recalcar que significa sometimiento únicamente a Al-lâh, la Realidad Única, eterna e increada. Esto implica que el musulmán no se somete a nada temporal y creado, no acepta como un absoluto ningún poder humano, ni instituciones ni personas. El musulmán no reconoce otro poder que el poder de Al-lâh: la hawla wa la quawata il-la bil-lâh. No hay fuerza ni poder salvo en Al-lâh. El musulmán afirma que Al-lâh es al-Malik, el Rey, lo cual significa que Al-lâh es el único soberano al cual reconoce como tal. Pero también se dice que Al-lâh es el único Legislador, o que es el único Propietario. Ni el poder de gobernar, ni de legislar, ni el derecho a la propiedad pueden ser ejercidos de modo absoluto por ningún ser humano, ni por ninguna institución o doctrina que haya sido creada y pertenezca al mundo de las criaturas. El Corán es taxativo a la hora de negar toda pretensión de soberanía por parte de los hombres:

Aquel a Quien pertenece la soberanía de los cielos y la tierra y no ha tomado ningún hijo ni comparte la soberanía con nadie.
(Corán 25: 2)

Y Él es el único que puede subyugar
y es el único que está por encima de sus siervos.
(Corán 6: 18)

Frente al Poder real de Al-lâh el hombre inventa unas estructuras de poder, se da a si mismo la ficción de la soberanía. Pero esta pretensión es rechazada de forma taxativa en el islam, lo cual incluye el desprecio por reyes y tiranos. Existen hadices elocuentes al respecto. En uno de ellos se dice que Al-lâh cogerá por el cogote a los reyes y les dirá: ¿Quién es el Rey? Y luego los dejará caer y estarán cayendo durante cuarenta años hasta ir a parar al fondo del infierno, el lugar que en verdad les corresponde. Citamos otro hadiz, donde Al-lâh se encara con los reyes:

Al-lâh —poderoso y majestuoso— cuando sea el día de la resurrección, reunirá los siete cielos y las dos tierras en un puño y luego dirá: Yo soy Al-lâh, soy el Clemente, soy el Rey, soy el Insondable, soy la Paz, soy el Hegemónico, soy el Poderoso, soy el Avasallador, soy el Soberbio, soy el que ha hecho comenzar el mundo y no ha habido algo que no haya hecho revivir... ¿Dónde están los reyes? ¿Dónde están los avasalladores? (1)

Al-lâh es también as-Salam, la Paz: no hay paz absoluta excepto en Al-lâh. La vida de las criaturas es conflicto, avanza como el río de Heráclito, sin hallar más reposo que en su propio carácter dinámico y tumultuoso: Al-lâh no cesa de crear, esta a cada instante en una nueva creación.

Al-lâh es también al-Adl, la Justicia: toda justicia humana es relativa, está sometida a los intereses de aquellos que hacen las leyes y que las aplican. La justicia de Al-lâh es otra cosa: lo justo es lo apropiado, lo que se ajusta a lo propio. Según el Corán, el mundo ha sido creado en la Justicia, esto es, en equilibrio permanente. El símbolo de la Justicia es al-mîçân, la balanza. El equilibrio de fuerzas complementarias está en la base de la Creación: entre lo activo y lo pasivo, lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra, el cambio y la permanencia, etc. Este mismo equilibrio debe regir las relaciones entre las personas y de estas con la naturaleza. El islam es el camino de en medio: armonía entre lo interior y lo exterior, entre el precio y el objeto, entre la razón y los instintos. También entre las necesidades corporales y las espirituales, o entre lo individual y lo colectivo. Cualquier exceso a favor de uno de estos polos va en detrimento del otro, y da como resultado seres deformes. Romper este equilibrio es algo que sólo está en manos de los hombres: sobre ellos ha sido depositada la confianza de Al-lâh, y sólo ellos pueden traicionarla. Injusto es todo acto, palabra o pensamiento que rompe con este equilibrio natural.

Y Al-lâh es al-Hakim: el Sabio, el Único que realmente sabe, frente al cual todo saber humano es relativo, está sujeto a la temporalidad y a las circunstancies. El saber institucionalizado responde siempre a un mandato de poder, no puede escapar de lo subjetivo y alcanzar esa visión completa que sólo Al-lâh posee. Por eso los musulmanes dicen wa Al-lâhu alim: y Al-lâh es el (único) que sabe.

Las criaturas pueden participar en cierto modo de la soberanía, de la paz, de la justicia, de la sabiduría… pero siempre de forma limitada y defectuosa. Frente al poder de los gobiernos, frente a la paz de los ejércitos y de los poderosos, frente a la justicia de los policías y los jueces, frente al saber de las universidades e instituciones vinculadas al poder, se alzan la Soberanía, la Paz, la Justicia y el Saber de Al-lâh, como una recusación de toda pretensión humana de controlar la vida y sus procesos en nombre de un proyecto político cualquiera.

Crítica de Bakunin a la religión

En su libro Dios y el Estado, Bakunin nos ofrece la crítica anarquista a las relaciones tradicionales entre la Iglesia y el Estado:

El cristianismo es la religión por excelencia, porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la propia esencia de todo sistema religioso: el empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad … Siendo Dios el amo, el hombre es el esclavo. Incapaz de hallar en si mismo la justicia, la verdad y la vida eterna, no puede llegar a ellas más que mediante una revelación divina. Pero quien dice revelación, dice reveladores, mesías, profetas, sacerdotes y legisladores inspirados por dios mismo; y una vez reconocidos aquellos como representantes de la divinidad en la Tierra, como los santos institutores de la humanidad, elegidos por dios mismo para dirigirla por la vía de la salvación, deben ejercer necesariamente un poder absoluto. Todos los hombres les deben una obediencia ilimitada y pasiva, porque contra la razón divina no hay razón humana y contra la justicia de dios no hay justicia terrestre que se mantenga. Esclavos de dios, los hombres deben serlo también de la Iglesia y del Estado, en tanto que este último es consagrado por la Iglesia. (2)

Una crítica a la religión puesta al servicio del Estado que compartimos, pero que no pensamos pueda ser extrapolada a toda forma de espiritualidad, y menos al islam enseñado por el profeta Muhámmad. De hecho, esta crítica deja de tener sentido en el momento en que una religión niegue de forma expresa cualquier forma de sacerdocio, cualquier posibilidad de representar a dios en la tierra, cualquier institucionalización de la creencia, cualquier forma de dominio político fundado en dicha religión. Si niega, en definitiva, la Iglesia y el Estado, y los considera como usurpaciones de un poder que solo corresponde a Al-lâh. Y este es el caso del islam, gracias a Al-lâh. Aunque Bakunin se refiere a las religiones llamadas «monoteístas», y mencione el judaísmo y el mahometismo (sic), su crítica toma como modelo de lo que es una religión al cristianismo (podríamos añadir: al cristianismo clericalizado y reaccionario del siglo XIX). De esta consideración se desprenden una serie de proyecciones cuanto menos arbitrarias. Una de ellas es la proyección a otras tradiciones de la fractura metafísica entre mundo espiritual y mundo natural. Dios es la abstracción más alta, la inmovilidad, un principio abstracto y suprasensible, el gran Todo que funda «la verdadera teología y la verdadera metafísica». A partir de esta fractura, el mundo se convierte en un valle de lágrimas, la vida humana es despreciada, la humanidad y la naturaleza deben ser sacrificadas en nombre de lo suprasensible:

Todas las religiones se basan en el sacrificio… El respeto al Cielo se convierte en el desprecio hacia la tierra, y la adoración de la divinidad se convierte en el menosprecio de la humanidad… Esto constituye el principio supremo, no sólo de toda religión, sino de toda metafísica. (3)

Sin embargo, esta fractura que no corresponde necesariamente ni al islam ni a las religiones orientales, basadas en el principio de no-dualidad. En el centro de la cosmovisión islámica se halla la idea de tawhîd, la Unicidad, la certeza de que toda criatura permanece unida al resto de las criaturas por su origen en lo incondicionado. Todo está en todas partes, lo cual choca con las leyes de la lógica aristotélica pero quiere encontrar una explicación en la física cuántica. Además, en el Corán Al-lâh es presentado como un principio dinámico, que está creando el mundo a cada instante: Al-lâh no cesa de crear.

Salta a la vista que al hablar de «todas las religiones», en realidad Bakunin está proyectando a todas ellas su visión negativa de la única religión que conoce de cerca y ha sufrido en carne propia. Cuando habla de Dios, en todo momento piensa en el «dios personal» del cristianismo, sin tener en cuenta que éste es exclusivo de ésta religión:

Si dios existe, el hombre es esclavo; ahora bien, el hombre puede y debe ser libre: por consiguiente, dios no existe. Desafío a cualquiera a salir de este círculo; y ahora, que se elija. (4)

El círculo o elección entre dos términos opuestos que nos propone Bakunin parte de la imagen del cristianismo institucionalizado como modelo de toda religión. Básicamente, se confunde lo que es un principio cosmológico del auto-sometimiento o entrega confiada a Al-lâh (a la existencia) con el principio político del sometimiento al poder, sea de la Iglesia o del Estado. Pero para que eso se realice debe existir alguna clase de identidad o conexión entre Al-lâh y el poder terreno, cosa que el islam niega expresamente. Por ello, sostenemos que la crítica de Bakunin a la religión como medio de esclavizar al hombre no puede ser aplicada al islam directamente, pues sólo tiene sentido en el caso de una religión con iglesia y jerarquías detentadoras de un magisterio dogmático. En el islam existe una ortopraxis: consenso en torno a unas prácticas (como rezar, como debe realizarse la peregrinación o el ayuno, etc.). Pero no existe una ortodoxia propiamente dicha, y de hecho en la historia del islam han coexistido siempre interpretaciones divergentes del Corán. Lo que Bakunin considera como esencial a toda religión, es en realidad lo que el Corán considera como lo más aberrante, el shirk o idolatría, el asociar a Al-lâh algo creado (ideología, sistema, mercado, monarquía… o religión). Y para que esto suceda Dios ha tenido que ser humanizado (divinidad de Jesús, expresamente rechazada en el Corán).

¿Qué quiere decir el musulmán cuando se proclama «siervo de Al-lâh»?

Desde la cosmología coránica, se dice que el ser humano en estado de naturaleza es un esclavo (o siervo) de Al-lâh (‘abdal-lâh), del mismo modo que el girasol es esclavo del sol, por hallarse vinculado a él de un modo orgánico. El Corán afirma que todas las criaturas son siervas de su Señor, que lo adoran según un modo intrínseco a su naturaleza. El volar, el quemar o el mojar son modos que tienen los pájaros, el fuego y la lluvia de adorar a Al-lâh, de servirle. Se trata en primer término de una cuestión cosmológica y no política, aunque esta concepción tiene implicaciones políticas evidentes. El ser «siervos de Dios» no implica en realidad una cadena ni una limitación exterior para la criatura, no tiene ninguna de las connotaciones negativas que en un ámbito político y social tiene el término siervo. Se trata simplemente de un vínculo orgánico de cada criatura con el Todo, un vínculo interior y propio de su naturaleza más íntima, y por tanto indestructible. Este vínculo es presentado en el Corán como un pacto pre-eterno, anterior a nuestro propio nacimiento. No es pues un pacto político ni socialmente discernible. Es el propio Sí en que consiste toda vida. Cada vida no es sino una afirmación instintiva, interna, innata, del deseo de vida. Este es el vínculo indestructible que une al Creador y a las criaturas. Todas las criaturas son siervas de Al-lâh por el hecho de que todas están al servicio de un proceso vital que las rebasa.

El Corán dice: Al-lâh Wahid, Al-lâh Uno, la Realidad Una. Tawhîd es una forma verbal que designa el acto de «hacer que algo sea uno», «reunificar». El Shayj al-‘Alawî, uno de los más grandes maestros del Magreb en el siglo XX, nos lanza una sentencia: «El Tawhid es el fuego». El fuego convierte todo lo que toca en fuego, lo hace uno con el mismo. Al-lâh es Uno porque todo se reduce hasta desaparecer en Él, sumergido en el océano de su Magnificencia. La afirmación habitual de que el islam es «una religión monoteísta» debe ser puesta en cuarentena, pues el islam no afirma que solo exista un dios ante el cual todos debamos postrarnos, sino que todos permanecemos sometidos a la Única Realidad existente, lo sepamos o no. No estamos hablando de una creencia, sino de la condición natural de toda criatura. El islam no es una forma de teísmo, en la medida en que no supone un Dios personal todo-amor-todo-espíritu en quien debamos creer, sino el entregarse y el permanecer abiertos a la Realidad, orientarnos a Al-lâh y recordarLo en todos nuestros actos.

A Al-lâh no se lo puede conocer, pero se lo puede re-cordar y re-conocer. No se lo puede ver en si mismo, pero se lo puede ver manifestándose en las cosas. Está más allá de todo lo creado, pero mires adonde mires verás la Faz de Al-lâh… Estas expresiones no se refieren en realidad a Al-lâh, sino a las limitaciones de la mente humana para comprender algo que es anterior a ella. Al-lâh supera toda dualismo, lo cual se hace evidente en la dualidad trazada por la teología entre un «Dios personal» y un «Dios impersonal». Al-lâh no es una persona. Esta al mismo tiempo en todas partes, lo cual es incompatible con la idea de una persona entendida como cuerpo separado. Al-lâh es la Realidad, la Paz, la Justicia. Existe un hadiz en el cual Al-lâh afirma, en primera persona: «Yo soy el Tiempo» (5). Al-lâh es Creador, lo creado no es Al-lâh. Pero este principio creador no es una mera fuerza: esta vivo y se comunica con las criaturas a través del Libro de la revelación y del Libro de la naturaleza.

En el Corán Al-lâh es tanto El Oculto (al-Batin) como El Evidente (az-Zahîr). Se muestra y al mismo tiempo permanece oculto. Se muestra: está en todo lo visible. Pero permanece oculto: Al-lâh no puede ser asociado a ninguna de esas cosas o sucesos a través de los que se manifiesta, no puede ser reducido a un medio o simulacro. El musulmán rechaza asociar a su adoración ningún signo de identidad externo, del mismo modo que rechaza asociarlLo a ninguna entidad suprasensible, ajena a nuestro mundo de percepciones. Quiere esto decir: del mismo modo que existe un shirk evidente (la construcción física de ídolos, el adorar cosas acabables), existe un shirk de lo oculto: la asimilación de Al-lâh al mundo espiritual, a lo suprasensible, una asimilación que Bakunin asocia a la alienación del ser humano y al establecimiento de jerarquías en la tierra. Sabiendo esto se hace comprensible la sentencia de uno de los grandes maestros del sufismo magrebí, de otro modo escandalosa: «Al-lâh es físico»… Lo cual no necesariamente quiera decir que es «tan solo físico», sino que es también físico, pues asimilarlo a «lo espiritual» implicaría una reducción de Al-lâh a una categoría mental, y por tanto una forma de idolatría.

Se comprende pues lo que quiere decir ser siervo de Al-lâh: el reconocimiento de que estamos unidos al resto de las criaturas por nuestro origen común en lo increado. El reconocimiento de este vínculo, de esta «servidumbre positiva», es el islam, palabra que tiene el sentido de entrega, libramiento. Este librarse a la Realidad y aceptar que somos seres contingentes, destinados a su acabamiento, es el origen de todos esos valores que se consideran, comúnmente, como universales: solidaridad, generosidad, hospitalidad, amor, sosiego, desapego… Todo esta enlazado, todos somos Uno. Ashadu la ilaha illa Al-lâh: reconozco que no existen dioses sino Al-lâh, la Realidad Única. Reconozco que la Realidad es una y compartida, y que no puede ser fijada ni representada. Me abro a Al-lâh, me remito a lo abierto, más allá de las formas, más allá de la cultura en la que se desarrolla mi existencia. Y es en esa apertura a lo ilimitado e incondicionado que me hago capaz de romper con las limitaciones de mi tiempo humano y de alcanzar nuevos horizontes.

Notas
(1) Recopilado por Abû-sh-Shayj en al-‘Izma. Citado en Cent quinze hadisos qudsi, Llibres de l’índex, Barcelona 2008, p.28.
(2) Dios y el Estado, El Viejo Topo, Barcelona 1997, p. 119
(3) Consideraciones filosóficas sobre el fantasma divino, sobre el mundo real y sobre el hombre., Aguilera, 1977.
(4) Dios y el Estado, El Viejo Topo, Barcelona 1997, p. 120.
(5) Recopilado en Sahih Bujari y Sahih Muslim, consideradas las dos colecciones más importantes de dichos del Profeta. También en Forty Hadith Qudsi, publicado por Revival of Islamic Heritage Society, Islamic Translation Center, Aldahieh, Kuwait. Hadiz 4.


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