De
la misma manera en que le sucede a cualquier mujer que sea víctima de la
epidemia de violencia doméstica que asola a la humanidad entera y de manera
especial a nuestro país, todas han sufrido los embates devastadores de
huracanes humanos, los cuales se forman a lo largo de la vida y por temporadas
de manera cíclica.
Aunque
en la mayor parte de las ocasiones los observan llegar, como inician igual que una tormenta o depresión
tropical, no esperan que sus embates les ataquen de manera directa tal como
sucedió con el huracán Otto, de triste recuerdo en nuestras tierras, el cual,
dejó una estela de destrucción y desolación a su paso.
Tanto
el IMN (Instituto Metereológico Nacional), como la CNE (Comisión Nacional de
Emergencias) y Cruz Roja entre otros, advertían de la posibilidad de que Otto
embistiera de manera directa nuestro territorio nacional.
Algunas
personas tomaron las previsiones del caso y buscaron de manera anticipada
refugio, albergue o compraron los suministros materiales que ayudan a paliar
una emergencia de este tipo.
Otras
por el contrario, ante la ausencia de lluvias cerca de sus lugares, se quedaron
esperando campantes a que el huracán, tal como ha sucedido de manera previa con
los demás, pasaran sin pena ni gloria.
Obviamente
a quienes tomaron precauciones, la fuerza de la naturaleza les ayudó a afrontar
el poder destructivo de un monstruo de gigantes dimensiones, los otros, tomados
por sorpresa se encuentran aun en shock y no han logrado levantarse de entre
los escombros que dejó a su paso Otto.
Las
mujeres sobrevivientes a la agresión doméstica, enfrentan día con día este tipo
de huracanes en forma de personas depredadoras que siempre están al acecho para
reconocer y atacar a sus víctimas.
Los
agresores tienen un talento especial para reconocer a las personas vulnerables
y siempre están dispuestos a atacar, esto los excita y enciende, necesitan
demostrarse que tienen el ¨poder¨ y por lo tanto deben ejercerlo.
Es
por eso, que todas las mujeres, independientemente de si han sufrido ya
violencia doméstica o no, deben estar atentas ante todas las señales de alerta
que tanto el instinto como familiares y amigos, les ofrecen.
El
depredador o agresor, comienza sus ataques con ¨lluvias débiles¨ que no
muestran peligro alguno, lluvias que de manera leve van acostumbrando al suelo
a captar la humedad que se va acumulando, la cual comienza a falsear los
terrenos de manera imperceptible.
En
algunos lugares se pueden formar lagunas, en otros comienzan a caer de manera
esporádica árboles y algunos derrumbes.
El
hombre-huracán comienza a tomar fuerza y la lluvia (agresiones, gritos y
golpes) arrecian de manera torrencial. Es en este punto en donde las
previsiones que la mujer haya tomado logrará evitar que los daños sean mínimos
o por el contrario, causen estragos.
Como
toda fuerza en la naturaleza, tiene sus altibajos y el hombre-huracán tiene un
ojo en el cual todo se encuentra en completa paz, con sol y sin vientos ni
lluvias huracanadas, ésos, son los momentos en los que ellos se disculpan,
piden perdón, ofrecen obsequios y realizan promesas de no agresión que nunca
cumplirán, todo lo contrario. En cuanto el ojo del huracán se mueve, la fuerza
devastadora del huracán arrasará con todo lo que quedó en pie ante los primeros
embates.
La
víctima queda, al igual que las tierras en Upala: sucias por el fango que su
agresor arrojó sobre ellas, ríos de lágrimas que se rebalsan y no tienen hacia
dónde converger, su bella vegetación desolada, irreconocible a propios y
extraños.
Pero
¡hay que levantarse! Las mujeres, al igual que los pueblos de la zona norte de
nuestro país, deben comenzar a fijar prioridades y ejecutarlas: lavar sus caras
del fango de la vergüenza, maquillar sus rostros con coloridos tonos que les recuerden
que están vivas, recoger de acuerdo a los recursos que tenga a mano o que manos
amigas les ofrezcan.
¿Vergüenza?
¡Jamás!
De
la misma manera en la que el territorio de Costa Rica no provocó a Otto de
manera alguna para que se ensañara con suelo tico, ninguna mujer puede saber a
simple vista cuánto le puede afectar un agresor, lo que sí puede y debe hacer
para su propia protección y la de los suyos es, protegerse y estar preparada
para los hombres-huracán quienes, pueden aparecer en el momento menos pensado,
de diferentes formas y en cualquier ámbito de sus vidas.
¡Levántate
amiga! ¡No estás sola! El tico es solidario y sensible por naturaleza y es por
eso que si abres y cierras las puertas necesarias, encontrarás a muchas otras
que vivieron lo mismo aunque otras más, tal como sucedió con las víctimas
fatales de Otto en Upala, no vivieron para contarlo. Ahora que estás viva, no
queda de otra:
¡Levántate
y anda!
Rashida
Jenny Torres
Musulmana
costarricense.
No hay comentarios:
Publicar un comentario