Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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viernes, 9 de marzo de 2012

Bahréin, la revuelta olvidada.


Miguel Ángel Morales Solís
Pueblos



Si la revuelta que los bahreiníes están protagonizando contra el régimen que les gobierna se hubiese producido en otro momento histórico, pocos dudarían en señalar que su motivación primordial es la diferencia de credo entre la población y sus mandatarios. Sin embargo, el argumento es incompleto. Enmarcada en un profundo proceso de cambio político en los países árabes, las protestas de Bahréin en pos de derechos sociales tocan de lleno, una vez más, los intereses económicos de Estados Unidos en la región.

Este reino de 33 islas, 1,2 millón de habitantes y menos de 700 kilómetros cuadrados, está enclavado en el estratégico Golfo Pérsico. Pese a que sus reservas de petróleo están decayendo de manera sostenida, y con ello la producción y su importancia económica, el pequeño país es trascendental por otros motivos: su cercanía con Irán y la pretensión de este país de recuperar un territorio que considera suyo. El establecimiento de dos baterías antimisiles estadounidenses, un radar costero, aviones de combate en la base Isa y 2.500 marines en Manana, la capital, dan una muestra de lo que allí se está dirimiendo a ojos de Estados Unidos.

La opacidad informativa que envuelve la revuelta de Bahréin hace difícil calcular el número de víctimas, heridos o detenidos que se ha cobrado la represión gubernamental a estas alturas. La mayoría de los datos están viciados por cuestiones políticas. Sin embargo, algunas cifras apuntan a que miles de opositores al régimen habrían sido juzgados de manera arbitraria y encarcelados. A su vez, más de 30 personas (33 según los escasos datos que pueden encontrarse) habrían sido asesinadas por las fuerzas represivas, mientras que los heridos serían incontables.

Las protestas dieron comienzo el pasado 14 de febrero, con el llamado “Día de la Furia”. A imitación de lo sucedido en Tahrir, la plaza central de Manama fue ocupada por miles de personas de manera pacífica para exponer sus reclamaciones. Sin embargo, pese a que la policía acudió a disolver la concentración utilizando fuego real, muchos ciudadanos lograron quedarse. Tres días después, mientras dormían, los manifestantes fueron atacados con bastones, gas lacrimógeno y pistolas, lo que dejó como resultado cinco fallecidos y más de 2.000 heridos. La crueldad de la policía llegó a tal punto que, además de protagonizar atropellos documentados con los coches policiales a los manifestantes, se impidió a los heridos acudir al hospital para ser tratados.

Pero, ¿qué reclaman dichos opositores para ser tratados de una manera tan brutal? Siguiendo los ejemplos de Túnez o Egipto, la población de Bahréin, de manera espontanea, sin la dirección clara de un partido político, mantiene las mismas exigencias desde el inicio de las revueltas. En las manifestaciones se escuchan demandas vinculadas al trabajo, a un mayor encono en la lucha contra la pobreza, a mejoras sociales y a la implementación de un sistema democrático. Ycomo en los dos países arriba mencionados, lo hacen desde una perspectiva laica y pacífica. “Ni chiíes ni suníes, sólo bahreiníes”, es el principal canto de los manifestantes.

El origen de las revueltas

Y es que de los 530.000 habitantes nacionales con los que cuenta Bahréin, el 70 por ciento son chiíes y el 30 por ciento restante suníes, rama del Islam que también profesa la dinastía reinante. Mientras tanto, el grueso de la población del reino, hasta alcanzar los 1,2 millones de habitantes, lo integran trabajadores invitados provenientes de otros países. Estos últimos, a falta de ciertos derechos, pugnan de igual a igual con los chiíes, que constituyen el 80 por ciento de la fuerza de trabajo. A su vez, más de dos tercios de los 1.000 agentes del aparato de seguridad nacional son de origen jordano, egipcio o paquistaní, y el resto, sobre todo, suníes. La discriminación contra la mayoría chií, pese a que no es el motor de la protesta, si parece estar en el origen de la misma.

Frente a los manifestantes, que profesan una especie de panarabismo contrario a las luchas de religión (según lo que entonan en sus cánticos), se encuentra el régimen de la familia Al Khalifa, de origen qatarí y en el poder desde 1.783. El motivo de que tanto suníes como chiíes se hayan unido en una misma causa es sencillo. Con el primer ministro Khalifa bin Salman al Khalifa, sobrino del rey, en el poder desde hace 40 años, el régimen practica de igual manera la marginalización y el sectarismo contra los chiíes, como la represión indiscriminada sobre el global de la población.

Bahréin es, por tanto, una autocracia más dentro de las diferentes variedades que integran los países árabes. Por su escaso tamaño y su consecuente debilidad militar, el régimen bahreiní ha realizado un denodado esfuerzo por hallar aliados que defiendan el estatus adquirido. Y es en este apartado donde Estados Unidos, así como los estado limítrofes (Arabia Saudí y Emiratos Árabes) de credo suní, juegan un papel preponderante. Del otro lado, Irán, el principal estado chií de la zona, representa el mayor escollo para los intereses de los Al Khalifa. El país se encuentra a tan solo 25 millas de los principales campos petrolíferos saudíes de Ghawar, Abqaiq, Abu Safah, Qatif y Berri, así como de las terminales exportadoras de petróleo Ras Tanura (una de las más importantes del mundo) y Al Juaymah. Asu vez, Irán viene reclamando la reincorporación a su territorio de varias islas bahreiníes que habrían pertenecido al imperio persa.

En este contexto, muchos han querido ver en Bahréin un terreno propicio para que Irán y Arabia Saudí sigan enfrentando su poder en la zona. El pasado 14 de marzo, la profesora de la universidad londinense King’s College, Madawi Al-Rasheed, exponía en el diario estadounidense The New York Times que “recientemente, la esfera de influencia saudita se redujo en Líbano, Siria, Egipto y los Territorios Palestinos y desapareció en Irak. Irán no solo tuvo éxito en desmantelar la hegemonía regional saudita, sino que además penetró en las sociedades civiles árabes y musulmanas” [1]. Son conocidas, a su vez, los llamamientos del régimen saudita hacia Estados Unidos para que actúe contra su vecino persa.

No es de extrañar, por lo tanto, que ante una eventual victoria de la revuelta popular en Bahréin, la población chií protagonice, si alcanza el poder, un acercamiento a sus hermanos de credo iraníes. Tal vez para evitar que algo así suceda, un mes después de iniciarse las protestas ciudadanas contra el régimen bahreiní, un contingente militar saudita, al que se sumó otro formado por policías de los Emiratos Árabes, atravesaba la frontera para apoyar a la familia Al Khalifa. Entre otras actuaciones de las que han formado parte estos contingentes, está el asalto militar a la emblemática plaza de la Perla, rebautizada de Tahrir en alusión a la revolución egipcia.

La sombra de Irán

En esa ocasión, las fuerzas de represión disparan desde helicópteros contra los manifestantes congregados en la plaza, provocando muertos y decenas de heridos. El ejército saudí se encarga de impedir la entrada de los afectados al hospital de Manama. Poco después, el gobierno de Bahréin declaró la ley marcial y dio comienzo una nueva oleada de detenciones de figuras de la oposición democrática, tanto chiíes como suníes. Adía de hoy, los contingentes saudíes y de los Emiratos Árabes permanecen en el emirato y siguen participando en la represión de las protestas.

Mientras todo esto sucede, Estados Unidos apenas ha movido pieza en lo que a Bahréin se refiere. Su condición de aliado firme de Arabia Saudí y del propio emirato bahreiní, llevaron al gigante norteamericano en 2002 a designar al pequeño reino como “un aliado no miembro de la OTAN muy importante”. A su vez, en marzo del 2008, el régimen de los Al Khalifa se convirtió en el primer país árabe que comandó maniobras navales conjuntas con Estados Unidos. No en vano, la Quinta Flota de la Marina tiene su sede en Bahréin.

La actual situación de conflicto interno en el reino bahreiní ha puesto en peligro, utilizando los términos habituales que maneja la diplomacia estadounidense, su seguridad nacional, así como sus intereses económicos. Según datos conocidos gracias a las filtraciones de Wikileaks, entre 2007 y 2009, empresas multinacionales de Estados Unidos firmaron importantes contratos con el régimen. Además de la compra, por parte de Gulf Air, de 24 Boeing 787 Dreamliner, habría que reseñar la creación de una empresa conjunta de 5.000 millones de dólares con Occidental Petroleum para revitalizar el campo Awali.

Protegidos por Estados Unidos

En este contexto, las intervenciones públicas de los miembros del gobierno de Barack Obama en relación a las revueltas han sido escasas. Apenas iniciadas las protestas del mes de febrero, comenzaron una serie de llamamientos al rey y a otros miembros de la familia para instarlos a no reprimir y a negociar con la oposición algunas reformas políticas. Escaso bagaje para que puede ejercer la primera potencia militar del mundo. Así las cosas, la represión siguió su curso, aunque el régimen ordenó un aumento de los subsidios alimentarios y de los pagos de bienestar social y un subsidio de 1.000 dinares (2.653 dólares) a cada familia de Bahréin.

Tras la caída de Muamar el Gadafi en Libia, los medios de comunicación internacionales han encontrado en Siria su principal fuente de noticias vinculadas a los países árabes. La dura represión que el régimen sirio ejerce contra los manifestantes ha cubierto las ya de por si escasas informaciones provenientes de Bahréin, donde siguen produciéndose muertes. El pasado viernes 18 de noviembre, un joven de 16 años fallecía a causa del atropello a manos de un coche de policía. la consabida capacidad de presión Ese mismo fin de semana, las manifestaciones más numerosas desde que dieron comienzo las protestas ocuparon las ciudades de Sitra o A’ali, a 3 kilómetros de Manama [2].

Las fuerzas represivas volvieron a acometer con dureza contra los manifestantes sin que haya que lamentar víctimas aunque sí numerosos heridos. Sin embargo, en lo que parece un gesto claro dedicado a la comunidad internacional, el gobierno de Bahréin admitía el lunes, en referencia a la las protestas de febrero y marzo, que “hubo casos de fuerza excesiva y de malos tratos a los detenidos”, a resultas de los cuales habrían abierto “20 causas judiciales” contra “los policías implicados”.

El régimen bahreiní, que ha visto cómo la producción petrolera entraba en decadencia, venía implementando en los últimos años un plan de diversificación económica. El país ha promovido la instauración de una industria pesada y se ha esforzado por atraer al turismo así como realizar inversiones en empresas occidentales. Asu vez, el sector financiero islámico de Bahréin es uno de los más fuertes de la región, en tanto que un acuerdo de libre comercio entre Bahréin y Estados Unidos en 2005 contribuyó al rápido crecimiento bahreiní, que superó a muchos de sus vecinos.

Con el inicio de las revueltas y el triunfo de la misma en Egipto, muchos inversores han perdido interés por el mercado bahreiní y han retirado su dinero de manera masiva. Existe el temor, extendido por la región, de que un alargamiento del conflicto se convierta en una piedra demasiado alta de saltar para un país cada vez más dependiente de sus vecinos. Tal vez por eso, los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo han decidido ayudar al acuciado Bahréin con un monto de 10.000 millones de dólares durante los próximos 10 años [3].

El de Bahréin es, como puede verse, un tablero complejo donde todos los movimientos tienen su importancia. En este sentido, con el renovado ímpetu de la ciudadanía al frente de las masivas manifestaciones del último mes, algo parece claro: el conflicto no se cerrará sin cambios de importancia que satisfagan a buena parte de la población. Queda por determinar hasta qué punto estarán dispuestos a ceder países como Arabia Saudí o Estados Unidos, o hasta dónde presionará Irán en apoyo de los chiíes bahreiníes. Asu vez, habrá que ver cómo progresa la economía del país. Aunque la caída de los Al Khalifa parece una utopía, el último año ha demostrado a los países árabes que algunas de ellas se pueden cumplir.

* Miguel Ángel Morales Solís es periodista. Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos.

Este artículo ha sido publicado en el nº 50 de Pueblos - Revista de Información y Debate , primer trimestre de 2012.


Notas

[1] ¿Por qué Arabia Saudita interviene en Bahréin?” Pablo Esparza. BBC Mundo

[2] El Gobierno de Bahréin admite que hubo un recurso “excesivo a la fuerza”. 21/11/11 AFP

[3] La economía de Bahréin debilitada por las revueltas. Tariq Abd al-Hayy

Fuente original: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article2367


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146059

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