Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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domingo, 14 de agosto de 2011

Relatos sobre Noruega después de la tragedia.

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Crónica de un niño solo

Noruega es un mundo perfecto: en ese lugar donde todo funciona sin contratiempos, la tragedia desatada por un joven ultraderechista desquiciado, que mató a unas ochenta personas, dejó una herida abierta en la juventud. Un periodista del NO lo describe a la “perfección”.

Por Matías Franchini
Desde Oslo, Noruega


Cómo va a cambiar la vida en Noruega tras la matanza de casi 70 chicos por parte de un ultraderechista desquiciado, es todavía un interrogante; y tampoco interesa demasiado, cuando el dolor aún sangra oídos con disparos. Cuadro de situación: una sociedad en estado de conmoción, con un inmenso desconsuelo, en la que a la vez aflora lo mejor de sus valores intrínsecos. Una juventud sacudida y marcada para siempre. Un país con una herida imposible de cerrar.

Pero en medio de la tragedia, y para entender el shock que tienen los noruegos y el impacto sociológico que puede tener la masacre, es más gráfico recurrir a situaciones puntuales. Acá, en Oslo, las máximas turbulencias de la vida cotidiana tienen que ver con el clima. Si va a llover, si saldrá un ratito el sol, si estará gris, cuántos grados, a qué hora. En general está gris. Algún pequeño accidente-incidente, un tren que descarrila sin heridos ni abollones. Pero no mucho más en este territorio apacible y casi imperturbable donde todo funciona(ba) a la perfección. Y donde además de las historias de bienestar y buena vida de los nativos, también hay relatos de los otros, algunos de inmigrantes –muchos de ellos argentinos–, que vienen en búsqueda de ese mismo supuesto nirvana, en el país donde ya nada volverá a ser como antes.

Más ejemplos. En Noruega, los niños crecen en casas de puertas cerradas sin llave, muchos jóvenes estudian y viajan mientras el Estado les subsidia habitación y universidad, la mayoría de los adultos trabajan y viajan y llevan una vida cómoda, y los policías son héroes que no usan pistola. El tren llega a las 22.14 seguro, el 31 te pagan sí o sí y los trabajos se arrancan con cinco semanas de vacaciones, que además son remuneradas. La postal es rápida; pero sí, otro mundo. Un mundo de libertades, y en el que la foto de la casita de colores, los fiordos y la rubia conviven con historias de jonkies, inmigrantes y excluidos del sistema. Pues bien, el estado de shock de los noruegos es descomunal, en un país de 4,8 millones de habitantes, un desempleo de 3,6 por ciento, una esperanza de vida de 81 años y un ingreso per cápita de más de 85 mil dólares. ¿Qué onda Noruega?

1. ESTALLANDO DESDE EL OCEANO

Viernes 22 de julio, 3 PM. Anders Behring Breivik hace explotar un coche–bomba junto al edificio donde están las oficinas del primer ministro en el centro de Oslo. Mueren ocho personas, pero la maniobra es para distraer la atención y ejecutar su máxima obra: dos horas más tarde, disfrazado de policía, irrumpe disparando en la isla de Utoya, donde 700 jóvenes asisten al campamento del Partido Laborista, que gobierna actualmente. “Acérquense que tengo información importante para darles”, les dice a los jóvenes, que una vez cerca de él comienzan a recibir disparos a mansalva al grito de “deben morir todos”. Breivik estuvo casi dos horas disparando hasta que pudo ser reducido. Mató a 68 personas. En la isla no había seguridad y la policía no contaba con un helicóptero, por lo que tuvo que llegar en auto. Una cultura que pasa del paraíso al infierno en 120 minutos. La parabellum del mal psicópata.

“Se sintió como una especie de sacudón. Enseguida se empezaron a escuchar las sirenas y la gente comenzó a salir a las calles. Algo había sucedido. Fue prender la televisión y se empezó a generar una conmoción general, no sólo por la magnitud del hecho sino porque acá nunca pasa nada. Estaba todo desbordado”, cuenta Iván Tarrés (29), que es de Rosario y vive en Oslo desde hace dos años. Es uno de los 200 inmigrantes argentinos que hay en la capital y, en su caso, se decidió por Oslo para vivir una experiencia de vida diferente tras ocho años en Barcelona. Pero no es lo usual: la mayoría llega tentada por alcanzar la comodidad y el nivel de vida medio de los nativos, que tienen un salario promedio anual de más de 45 mil euros. “Es una sociedad muy evolucionada en muchos aspectos y si lográs integrarte al sistema, podés llegar a vivir muy bien. Acá nunca falla nada, están desacostumbrados a los imprevistos. También a lo espontáneo”, explica Iván, que trabaja en una tienda de ropa y souvenirs por el centro y planea quedarse un tiempito más, por ahora. Ya maneja más o menos el idioma, entonces su campo de acción puede ampliarse. Hace 150 horas por mes para ganar casi 2000 euros, un número más que interesante, pero insuficiente para hacer una diferencia o alcanzar el nivel de vida de los locales.

Kim Bjerkan (30) no escuchó nada de la explosión porque estaba en los suburbios. Su caso vendría a representar el del noruego típico no profesional, más allá de lo peligroso que es caer en las generalizaciones. Por la mañana es representante y vendedor mayorista de una marca de cigarrillos, y por las noches –sólo algunas– trabaja de encargado de camareros en un restaurant italiano. Siempre de lunes a viernes. “Creo que a todo Noruega, pero sobre todo a las nuevas generaciones nos va a cambiar bastante lo sucedido; primero porque fueron en su mayoría jóvenes, y luego porque nos concientizará de que acá también pueden pasar cosas malas. Nosotros no sabemos lo que es el peligro o el crimen, nunca hemos convivido con él”, cree, y dice sentir miedo de que a partir de ahora se vea invadida la privacidad de los ciudadanos en función del posible incremento en los controles de seguridad. Entre los dos trabajos suma 190 horas y gana 3500 euros. Tiene su propio piso desde hace años, que va pagando con un crédito (de fácil acceso para los noruegos), y hace un tiempo que compró otro apartamento con otro préstamo. “En ese alquilo las habitaciones y me sirve para cubrir los créditos de las dos casas”, explica. Una pieza en Oslo cuesta 500 euros por mes (con mucha suerte), más el depósito de uno a tres meses y gastos por impuestos y servicios. La cuota mensual de un crédito por un piso de dos ambientes sale lo mismo.

2. EL OTRO LADO

Cordialidad, gente muy polite, tolerancia, respeto, orden. Silencio, miradas serias y siempre hacia el piso. Parque automotor moderno, casitas amarillas, montañas, naturaleza, vehículos que detienen su marcha abruptamente para que cruce un peatón. Muchos chicos jóvenes con hijos, disfrutando los beneficios por paternidad que les da el Estado. Pero una de las imágenes que más impresiona apenas se llega a Oslo es la presencia hormigueante y permanente de jonkies que van y vienen, cada hora, cada minuto, en la búsqueda o a la espera de alguna movida. Por inercia ya. Están por todo el centro, pero sobre todo cerca del Trafikkanten, en las afueras de la estación central. “A los visitantes, apenas llegan, nosotros les mostramos lo que otros países esconden”, suelen repetir algunos noruegos disconformes.

Pero allí están, y no son discriminados ni por la gente ni por el Estado. A muchos de ellos el gobierno los subvenciona cada mes y les da una pensión, casa y metadona. Las organizaciones de ayuda y asistencia abundan en la ciudad, muchas de ellas compuestas por voluntarios que les dan soporte psicológico-espiritual, o bien los asean. Y también los cuidan, en la plaza, mientras los jonkies se pinchan.

También en el Trafikkanten, conseguir hachís, anfetaminas o heroína puede llevar menos de un minuto. Es una zona liberada, salvo controles muy ocasionales, y no es la única que hay en Oslo. Por la ribera del río que cruza la ciudad, quienes trapichean son los somalíes, ghaneses, guineanos y sudafricanos, lo mismo que en Grünerlokka. El consumo (y la posesión para uso personal) de drogas en Noruega está penalizado con una multa, al menos la primera vez, lo mismo que la prostitución. Sin embargo, por las noches, la Karl Johan –la coqueta y extensa peatonal-camino que comunica la estación central con el Palacio Real– se colma de morenas africanas, y unas calles más abajo son las europeas del este quienes ofrecen sus servicios al mejor postor. El consumo de alcohol en lugares públicos también está legalmente prohibido, una medida que jamás se cumple. “Acá los policías están en las cosas importantes”, repiten otros noruegos. Con la venta, el control sí es más férreo: los lugares de expendio venden sólo hasta las 7 PM y de lunes a sábado.

3. SHE’S SO COOL

El mencionado Grünerlokka es el barrio más cool, donde abundan bares, shopps de estilo retro y grupos de jóvenes tomando cerveza y charlando pacíficamente en plazas. Las noches de viernes y sábado, bares como Ryes (rockabilly), Parkteatret (rock) o Fru Hagen (electrónica) se desbordan de gente. A veces por allí se ve a las muy pocas tribus urbanas que hay en Oslo. Algunos punkies, bastante más heavies, algún emo. También neohippies made in Escandinavia o rockeros de jean y zapatillas de lona. Pero hasta ahí: más bien predomina largamente el noruego de camisa, pantalón de vestir y zapatos. Las minitas, de vestido o pantaloncito (muy) corto, todas.

Eddie Aslaksen (28) siempre vivió en Oslo y podría decirse que es un noruego antisistema. Odia los 17 de mayo, el día nacional de Noruega, una fecha en la que los nativos muestran todo su nacionalismo y que incluye desfiles por la mañana, vestimenta típica para las mujeres, trajes para hombres y niños, y una especie de brunch con champagne al mediodía tras el cual la mayoría se vuelca a las calles a beber en grupos, ya sea en parques o calles, o a disfrutar los variados espectáculos callejeros que hay. “Soy un caso especial entre los noruegos, porque apenas llego a fin de mes. Pago mi habitación, las salidas nocturnas, comida y además le estoy devolviendo plata al Estado. Pero es porque no me gusta trabajar”, cuenta. Dicen que, en Noruega, el noruego que no trabaja es porque no quiere. Vive con otros cinco chicos y trabaja sólo tres días por semana, en Ikea. “Es difícil entender que un tipo solo haya hecho eso”, opina, mientras sigue tomándose su cerveza comprada en el supermercado en soledad. Es que una pinta en un bar cuesta un dineral, en promedio unos 7,5 euros. Otros botones de muestra: un kebab sale 6 euros, una pizza 12 y un café, 4 euros. Y todo así.

Hablando de soledad: Noruega es un país en el que siempre hay personas solas. En los cafés, en los bares, la soledad siempre está presente, o al menos más que en culturas latinas. Los propios noruegos reconocen que son introvertidos, y les resulta difícil comunicarse, mirar a los ojos, expresarse. La mirada a los ojos en la calle, el tan común y en general efímero flechazo entre mujer y hombre, en Noruega hasta puede ser mal interpretado.

“Acá las chicas quieren conocerte, quieren hablar seriamente, intercambiar puntos de vista, todo muy formal. Después, con el tiempo, podemos empezar a sacar provecho de nuestro poder de seducción argentino a través de la simpatía; pero antes no, no les gusta”, explica Dante Bochicchio (27), mendocino. Tras vivir 10 años en Inglaterra, él sí aterrizó en Oslo en la búsqueda del bienestar y la seguridad económica que ostentan los noruegos. Trabaja de pizzero, pero dice que quiere montarse su propio business. Y que lo que le gusta es tocar la guitarra. “No pude ir a ver a Jeff Beck, que estuvo en junio. Acá hay que aprovechar porque en general no vienen muchos grossos, aunque de todos modos los tickets son inaccesibles a veces”, cuenta.

Y tiene razón, porque las entradas a conciertos o festivales tienen precios norueguizados que no todos pueden pagar. El Oya Festival, el festival más importante, dura 5 días con entradas a 215 euros el pase o bien casi 85 euros por día. Los retornados Pulp serán el número más fuerte, y también estarán Lykke Li y James Blake. Pasó el Oslo Live (electrónico) con figuras dance como Leftfield o Groove Armada, y también el Norwegian Wood, donde arrancó Eric Clapton, siguió Patti Smith y cerró Ringo Starr. Pero en invierno, y sin festivales, no son muchos los artistas que incluyen a Oslo en sus tours. Este año, para ver a Roger Waters había que pagar 150 euros.

Volviendo a Dante, él aspira a comprarse una casa, pero su condición de inmigrante le impide acceder al necesario crédito. “Me piden un montón para acceder al crédito: tengo que ganar como mínimo 2500 euros por mes, tener tres años de residencia acá y para entrar a la casa necesito poner el 25 por ciento del valor cash. Imposible. Para un noruego es mucho más fácil. Esta sociedad está hecha para los noruegos”, sentencia.

4. LA MIRADA DEL AMO

Otra de las características de Noruega es que transmite una eterna sensación de paz, si bien por momentos es justamente ése el problema, tanta quietud. Dicen que, en Noruega, cada bebé nace con el futuro económico asegurado, desde que en los ‘70 el petróleo transformó un país casi pobre y olvidado en una nación rica y próspera. Se calcula que el país tiene reservas acumuladas para los próximos 50 años, es decir por varias generaciones. También se la considera como uno de los diez países más pacíficos en el planeta.

En el país ya hay más de 500 mil inmigrantes (el número se triplicó de 1995 a la fecha) y, a partir de la crisis económica, los niveles comenzaron a elevarse aún más. Algunos dicen que representa una de las principales preocupaciones de autoridades –y también de algunos ciudadanos–, que temen que el ingreso masivo de extranjeros se torne incontrolable. Y es ése el caballito de batalla del discurso de los ultranacionalistas, una orientación política que está representada en Noruega por el Partido del Progreso –en cuyas juventudes también militó por diez años Breivik–, la derecha xenófoba que en las elecciones de 2009 obtuvo 23 por ciento de votos y con 41 escaños se convirtió en la segunda fuerza nacional tras los socialistas.

Alertan de que se está islamizando la sociedad noruega: Gronland es el barrio de los musulmanes. Por las tardes, la imagen clásica de la zona la componen decenas de hombres de Afganistán, Irak, Irán, Pakistán e India, que toman té y charlan animadamente y a los gritos. Por las noches es una zona de bares como Dattera til Hagen (ecléctico) o Gloria Flames (rock). Ayoub Dahmani (24) es marroquí y hace un año y medio que se vino de Bilbao para probar mejor suerte en el nuevo granero del mundo. Trabaja en una empresa de limpieza regenteada por chilenos (la comunidad de chilenos en Oslo supera las 5 mil personas) y gana 9 euros la hora, en negro. Es un excluido –como tantos otros– en la sociedad de la inclusión. Limpia pasillos, casas, hoteles, rodeado siempre de ecuatorianos, dominicanos, peruanos y también argentinos, que llegan sin saber hablar inglés y no tienen otra chance que ser limpiadores. “Estoy aprendiendo el idioma, pero creo que acá jamás dejás de ser inmigrante. A igualdad de condiciones entre vos y un noruego, le van a dar un trabajo al noruego”, asegura. Vive en un living con otros cuatro marroquíes. En la pieza hay otros cuatro. Paga unos 200 euros por mes. Se despide y se va a jugar a la pelota con los iraquíes, árabes y africanos. En Oslo hay alrededor de 50 canchas de fútbol de césped artificial, pintadas y con arcos, y puede jugar cualquiera, gratis.

5. NO TE PONGAS AZUL

Los chicos muertos tenían entre 15 y 22 años, en su mayoría. Acá, muchos estudiantes viven en residencias y en varios casos el Estado los subsidia. Después, cuando se insertan en el sistema laboral, van devolviendo la plata, en un país en que el Estado se queda en promedio con 35 por ciento en impuestos del salario bruto. Muchas empresas tienen jornadas laborales de 7 horas y abundan los fines de semana puente. El transporte público es caro (3,5 euros un ticket). Al lado de Revolver, bar rockero del centro osleño, Carina Ersland (28) se está por ir a Estados Unidos. “Vamos 20 amigos porque se casa otro amigo nuestro de acá. Igual, antes me voy dos semanas a Málaga”, explica y apunta que el fin de semana anterior estuvo en su cabaña en la montaña, a 40 kilómetros de Oslo.

Noruega es el país donde hay más igualdad entre el hombre y la mujer, en lo laboral, social, económico y recreativo. Es común ver a las parejas pagando la mitad exacta cada uno de todo, repartiendo moneditas. Karina dice que todavía no termina de entender que un loco haya hecho tanto daño. Trabaja de profesora de lengua y gana 3000 euros por mes. “Ah, en octubre me voy a Lisboa, dicen que es precioso”, acota.

Anders Behring Breivik primero dijo que actuó solo y que quería hacer el mayor daño posible. Luego, que la bomba y el tiroteo tenían como objetivo salvar a Europa de una invasión musulmana, y aseguró que en su organización existían “dos células más”. Desde el gobierno bajaron las cifras oficiales de muertos de 93 a 76. El pueblo despidió a las víctimas en la catedral y luego 100 mil osleños marcharon como expresión de unidad y dolor. Los pibes miraban, frescos, sonrientes, llenos de energía, desde algún lado. Un eterno pesar. Una tristeza infinita. Quién lo iba a decir: en Oslo, el paraíso se convirtió en la ciudad de la furia.

Cuna del black metal

Dicen que en Noruega, de vez en cuando, aún aparece alguna iglesia quemada. Mito o realidad, lo cierto es que esta tierra es considerada la cuna del black metal, un género que si bien surgió en los ‘80, fue en los ‘90 cuando –de la mano del True Norwigian Black Metal– adquirió una mayor trascendencia musical y estética, caracterizado por melodías extrañas, frías y desoladas que hablan de odio, oscuridad, satanismo, paganismo y mitología escandinava, entre otras temáticas. El impulso de su trascendencia obedeció también a hechos extramusicales, principalmente por la quema de 52 iglesias –según registros oficiales–, la profanación de 15 mil tumbas y la decoración de cementerios con símbolos satánicos. Y por otros casos como el suicidio de Per Yngve Ohlin, vocalista de Mayhem, o el asesinato de Oystein Aarseth, guitarrista de la misma banda (a manos de Varg Vikernes, que era hasta ese momento bajista de la banda, y único miembro del grupo Burzum). Yendo a lo musical, y además de Mayhem o Burzum, grupos como Darkthrone o Emperor potenciaron un género que tiene muchos seguidores por estas latitudes.

Tal vez ayudado por el fenómeno, también de los ‘90 data el momento de gloria en la escena internacional de bandas de rock noruego como TNT (el primer grupo de Noruega en ser publicado en la American Billboard), Turbonegro, Madrugada y Wig Wam, una banda de hard rock que representó al país en una edición de Eurovisión y sorprendió con un estilo retro y pintarrajeado a lo Kiss. También Motorpsycho surgió en aquel entonces, un ecléctico grupo aún en actividad que fue virando del heavy metal y el grunge de sus comienzos hasta el presente, en el que la banda está experimentando con la mezcla de canciones pop con toques de jazz y psicodelia.

Sin pasar por alto la gran trascendencia actual que ha adquirido el dúo electrónico Röyksopp, otra referencia inmediata si de música en Noruega se habla conduce a los A-ha, que se despidieron oficialmente en una gira por Noruega durante 2010 y este año tocaron otra serie de conciertos para despedirse de... Oslo.

Tango nórdico every night

Aunque resulte difícil de creer, en Oslo hay milonga todas las noches. Sí, de lunes a domingo, y en lugares diferentes. Oslo y obligo. ¿Target? La mayoría de los asistentes son jóvenes –menores de 40– y en los últimos años se viene incrementando aun más la concurrencia juvenil, quizá contagiándose por el fenómeno que también invade Buenos Aires. “Para ser una danza folklórica de un país al otro extremo del mundo, el tango es popular en Noruega. En Oslo hay unos 150 o 200 bailarines activos, en Bergen quizá 100, otro tanto en Trondheim y hay tantas otras ciudades noruegas donde se han formado clubes de tango”, cuenta Mariano Pignatiello, artista plástico y pintor que, además de exponer en diferentes galerías en Noruega y la Argentina, organiza la milonga de los viernes y una práctica los sábados en la Casa de la Danza en Oslo.

¿Por qué tanto furor por el 2x4? “Sucede que esa larguísima noche noruega que llaman invierno crea un buen telón de fondo para el misterio del tango. El que no quiere quedarse en casa con la ñata contra la pantalla plana, encuentra en el tango una oportunidad diaria de meterse en otra dimensión, donde hay música y transpiración, donde es posible acercarse a un extraño y proponerle hurgar en una melodía para ver qué encuentran”, cree Pignatiello, uno de los pocos profesores argentinos de tango que hay en Oslo, donde sí arriban muchos bailarines argentos que dan clases en todo el país en momentos puntuales del año. Pero hay más. Ya hablando de Escandinavia, de tres a cuatro veces por año se organizan maratones de varios días de duración, en los que los tangueros de la zona (Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia) bailan y toman clases por horas y horas. Se hacen en Copenhague, Estocolmo, Oslo, Bergen, Gotenburgo y también en ciudades de Finlandia, donde –vale recordar– está la variante reconocida de tango finlandés.

Tango nórdico every night

æ£Aunque resulte difícil de creer, en Oslo hay milonga todas las noches. Sí, de lunes a domingo, y en lugares diferentes. Oslo y obligo. ¿Target? La mayoría de los asistentes son jóvenes –menores de 40– y en los últimos años se viene incrementando aun más la concurrencia juvenil, quizá contagiándose por el fenómeno que también invade Buenos Aires. “Para ser una danza folklórica de un país al otro extremo del mundo, el tango es popular en Noruega. En Oslo hay unos 150 o 200 bailarines activos, en Bergen quizá 100, otro tanto en Trondheim y hay tantas otras ciudades noruegas donde se han formado clubes de tango”, cuenta Mariano Pignatiello, artista plástico y pintor que, además de exponer en diferentes galerías en Noruega y la Argentina, organiza la milonga de los viernes y una práctica los sábados en la Casa de la Danza en Oslo.

¿Por qué tanto furor por el 2x4? “Sucede que esa larguísima noche noruega que llaman invierno crea un buen telón de fondo para el misterio del tango. El que no quiere quedarse en casa con la ñata contra la pantalla plana, encuentra en el tango una oportunidad diaria de meterse en otra dimensión, donde hay música y transpiración, donde es posible acercarse a un extraño y proponerle hurgar en una melodía para ver qué encuentran”, cree Pignatiello, uno de los pocos profesores argentinos de tango que hay en Oslo, donde sí arriban muchos bailarines argentos que dan clases en todo el país en momentos puntuales del año. Pero hay más. Ya hablando de Escandinavia, de tres a cuatro veces por año se organizan maratones de varios días de duración, en los que los tangueros de la zona (Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia) bailan y toman clases por horas y horas. Se hacen en Copenhague, Estocolmo, Oslo, Bergen, Gotenburgo y también en ciudades de Finlandia, donde –vale recordar– está la variante reconocida de tango finlandés.


http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-5571-2011-08-14.html

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