Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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domingo, 19 de junio de 2011

La responsabilidad de los musulmanes ante la crisis.

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La exigencia de la ética islámica en el modelo económico es un imperativo moral

Laure Rodríguez Quiroga.


Que estamos insertos en un proceso de crisis es evidente. No hace falta ser expertos en economía para ser capaces de comprender que el modelo que domina a escala mundial, ha supuesto un rotundo fracaso. Hace un tiempo escuché a un conferenciarte lanzar una tajante afirmación “la culpa de la crisis es de los musulmanes”. En un primer momento me quedé paralizada ante semejante aseveración, pero a medida que fue desgranando su contenido fui comprendiendo que si efectivamente los 1.500 millones de ciudadanos y ciudadanas musulmanas que se encuentran repartidos por todo el mundo llevasen a cabo el modelo ético-económico que se desprende del Islam, posiblemente, nos regiríamos por un sistema que ante todo promueve la justicia social.

De nada nos sirve buscar soluciones a la crisis económica y financiera si nuestra mira se centra exclusivamente en esta perspectiva, como si esperásemos una solución mágica a un problema que traspasa las fronteras del dinero. Nos encontramos ante una crisis ética, una crisis moral, una crisis de valores, una crisis de los valores de la propia existencia.

Afirmamos sentirnos preocupados por la crisis económica, pero ¿cuál? ¿la crisis económica que afecta principalmente a los países occidentales, o la que afecta a más de 3.000 millones de personas que viven bajo la pobreza absoluta? Cada día mueren 70.000 personas víctimas del hambre ¿por qué no reaccionamos ante esta realidad? En los últimos 20 años se han creado millones de ONGD’s en todo el mundo, sacando adelante proyectos de ayuda humanitaria. Existen millones de personas dedicadas a lo social, preocupadas por mejorar la condición de vida de los demás, sin embargo seguimos inmersos en una decadencia humanitaria. Basta simplemente observar los alrededor de 50 conflictos armados a nivel mundial, mucho más cruentos que los de Afganistán, sin que pueda llegar a comprender por qué no son portada de los periódicos ni protagonistas de los telediarios. En África, en los últimos 5 años, han muerto 5 millones de personas víctimas de las guerras ¿qué ocurre para que no se puedan parar los conflictos en el mundo? ¿qué intereses mayores se esconden detrás de ellos?

No me cabe duda. Vamos a la deriva como humanidad y como sociedad. En los últimos dos siglos, hemos desarrollado una capacidad científica y técnica insólita consecuencia de la sabiduría y la capacidad del ser humano, de la que curiosamente la propia humanidad ha sido apartada. Si realmente en el centro de toda la investigación y el desarrollo económico estuviese el ser humano y estuviéramos pensando en la humanidad, no habríamos llegado a la situación actual que se vive en el planeta. Hemos separado las convicciones, las creencias y los ideales, del proceso económico… y así nos va.

Desde hace 20 años venimos hablando de globalización, pero hemos centrado nuestros objetivos en globalizar un tipo de comercio, un tipo de economía o una circulación de bienes. Hemos dejado las decisiones de la vida cotidiana en manos de la clase política y de grandes empresas. Por eso, va siendo hora de que la sociedad civil empiece a implicarse en la vida. Tenemos que empezar a cambiar las cosas nosotros y nosotras mismas. Tenemos una inmensa capacidad de decisión, y sin embargo no la estamos ejerciendo, basta si no observar que más del 50% de las personas ya no votan porque han dejado de creer en el sistema.

Desde hace semanas, la ciudadanía –musulmana y no musulmana- se ha echado a la calle proclamando una “democracia real ya”, porque somos conscientes de la necesidad, ahora más que nunca, de empezar a diseñar un nuevo modelo de sociedad. Nuestra economía y nuestro sistema financiero se ha globalizado, pero ahora toca globalizar la conciencia. Necesitamos mostrar que la humanidad y la sociedad es un organismo vivo del cual cada uno de nosotros y nosotras es una de sus células. Cada célula necesita de la totalidad para existir. La Tierra es un ser vivo, y los seres humanos somos una parte integrante dentro de ese cosmos, una parte consciente, responsable de su cuidado. No podemos separarnos de esa visión global, si no no seremos capaces de salir de esta crisis.

Necesitamos ser conscientes del deterioro del planeta, de la enfermedad de la tierra como ser vivo –algunos lo han querido llamar equívocamente, cambio climático-. La situación es más que grave. La tierra como ser vivo, está enferma y como parte integrante de esta tierra, estamos enfermos. Sin embargo, parece que no nos damos cuenta.

Realizar un recorrido evolutivo por los informes del World Watch Institute sobre el estado del mundo debería hacernos sentir responsables de lo incorrectamente que estamos manejando el llamado (mal)desarrollo. Diariamente son destruidas 70.000 hectáreas de bosque, 1 de cada 4 especies de mamíferos desaparece, existen 50 millones de personas afectadas por el SIDA…

¿Cómo puede ser posible que con tanto conocimiento científico hayamos llegado a esta situación? ¿qué no estamos entendiendo? ¿qué nos falta completar en este desarrollo cientifico-técnico para que realmente podamos hablar de un progreso de la humanidad? No podemos consentir que los intereses económicos y financieros estén por encima del ser humano, de la vida en la tierra y del bienestar común.

Como musulmana, como ciudadana y como humana soy consciente de que existe otra manera de entender los negocios. Una fórmula respetuosa con el medio ambiente, que asegure un reparto más justo de la riqueza, que garantice unos valores como la responsabilidad, la solidaridad y la dignidad de las personas.

Estamos inmersos en un momento de profundo cambio social, por eso, necesitamos ofertar y exigir un modelo que responda a los valores de la nueva sociedad. Necesitamos proclamar una oferta de economía sostenible, para un desarrollo continuado con unos recursos limitados que fomenten nuevos valores amparados en una justicia social.

Es posible llevar a cabo una economia social, impulsando un modelo que concilie la producción y el empleo con la solidaridad y la responsabilidad. Me siento orgullosa de ser musulmana y de creer en una forma de entender la vida (y también la economía) cuyo pilar fundamental sea la lucha contra las injusticias, sean cuales sean.

Creo que va siendo hora de que alcemos la voz para romper con todos esos tópicos esencialistas sobre el Islam, con tanta práctica absolutista que alimenta a la islamofobia. Necesitamos mostrar al mundo que el Islam también tiene las bases de la justicia. Debemos interpelar al imperativo moral de consolidarnos como un modelo de referencia a nivel internacional, que haga una promoción ética de la economía y la cosmología islámica.


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