Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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domingo, 19 de junio de 2011

Cuando la injusticia llega al punto desesperante del absurdo.

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¿Cómo se puede calificar el veredicto de una jueza que, textualmente, dice: “Yo no tengo ninguna prueba, pero sé que tenías la intención de hacerlo, por eso te condeno a 22 años de cárcel”?

Elena Rostova

Fiel amigo: tu mensaje ha llegado
Del corazón alegre de la palma
A las entrañas del halcón malvado.
Un haz de lealtad rompió los muros,
Un manantial de amor colmó mi alma
De sentimientos cálidos y puros...

Antonio Guerrero Rodríguez, anti-terrorista detenido en EE. UU.


Hoy en día basta con mirar las noticias por cinco minutos para perder la capacidad de espantarse: asesinatos, guerras, atentados terroristas; masacres en tu pantalla con todo lujo de detalles y a todo color.

Y es todo tan confuso... ¿Quién era realmente Bin Laden? ¿De qué lado estaba? ¿Quién está detrás de quién? En definitiva: ¿quién es quién? Desafortunadamente la conclusión a la que con frecuencia uno termina llegando es que “algo habrán hecho”; una frase que los argentinos conocen bien y que sólo sirve para obstaculizarnos la capacidad de distinguir la verdad de la mentira, para cerrar los ojos, para no acusar con severidad al culpable y no defender al inocente.

En lo que se refiere al “caso de los cinco” —cinco cubanos que se dedicaban a impedir actividades terroristas que se realizaban desde Miami, y a los que Washington encarceló sin poder explicar qué habían hecho de malo— yo, gracias a Dios, estaba bastante bien informada pues tuve la oportunidad de conversar con Ricardo Alarcón. Él me contó lo que había sucedido con lujo de detalles e incluso citas textuales del juicio que se realizó en los Estados Unidos.

De todos modos, antes de viajar a Cuba investigamos aún más el caso. No era un caso, era una payasada. Disculpen que utilice este término para con una situación tan seria, pero no sé cómo calificarlo de otra forma. ¿Cómo se puede calificar el veredicto de una jueza que, textualmente, dice: “Yo no tengo ninguna prueba, pero sé que tenías la intención de hacerlo, por eso te condeno a 22 años de cárcel”.

Esas cosas pasaban en la Edad Media, en los países con un sistema jurídico poco desarrollado, pero parecen impensables cuando hablamos de uno de los países más desarrollados del mundo que se jacta de ser paradigma de la democracia! ¿Y qué me dicen de que los tuvieran encerrados 17 meses sin haberse realizado un juicio? ¿Y de que a la esposa de uno de los condenados le prohiban ver a su marido porque eso “atenta contra la seguridad de los EE. UU.”?... ¿Es una broma? Lo sería, si no fuera para muchos una tragedia.

Una de las personas afectadas es la madre de Antonio Guerrero Rodríguez —uno de los cinco—, Mirta Rodríguez, a quien tuve la oportunidad de entrevistar en Cuba.

Una señora de 79 años, muy educada, muy delicada, muy respetuosa. Le pedí que me dedicara unos minutos para conversar con ella a solas antes de comenzar la entrevista, ya que es un tema delicado, y ella, una persona mayor. Así que quería ver cuál era su estado anímico para no hacerle alguna pregunta que ella no fuera capaz de enfrentar.

Me enterneció su sencillez y su valor: hacía esfuerzos inhumanos por conservar la objetividad y la dignidad y no provocar lástima. Contenía las lágrimas y sonreía, pero creo que esa es la sonrisa más trágica que vi en mi vida. Yo le llevé un pequeño presente de nuestro país—una pulserita— y se la puso inmediatamente. “Tengo que tratar de conservar mi apariencia”, me dijo, “siempre que voy a ver a Tony trato de arreglarme”.

Es más, me pidió que le prestara un lápiz de labios para salir más ataviada en televisión. Eso no tiene nada que ver con la vanidad. Es una increíble fuerza de voluntad.

Me dijo: “Ojalá alguna vez tengas la oportunidad de conocer a Tony, es una gran persona” y me regaló un pequeño librito con sus poesías. Poesías enternecedoras que hablan de un alma pura y noble.

Durante toda la entrevista Mirta logró mantener su actitud. Se le quebró la voz sólo en un momento, cuando me dijo: “El lunes cumplí 79 años; para mí el tiempo está... un poquito duro”, con una de esas sonrisas que jamás podré olvidar.

Me habló de lo descarado que había sido el juicio, de cómo se saludaban amistosamente la jueza y “los tipos rudos” (la mafia cubana que vive en Miami), que fueron al juicio a comprobar que todo salía como se había planeado. Me contó que en un principio creyeron que iban a encontrarse con un juicio de verdad, pero que pronto comprendieron que era todo un teatro y que no le quedaba ni la más remota chance a la justicia. Que era una revancha contra Cuba como país, y que esos cinco cubanos tenían poco que ver con esa revancha. Hablamos de sus cortos encuentros con su hijo, que tienen lugar una vez al año. Y con la modestia que le caracteriza me contó un poco más sobre Tony: cómo se ha dedicado, durante estos años en prisión, a escribir, a pintar, a darles clases a otros presos, incluso clases de inglés a presidiarios estadounidenses analfabetos. ¿Es necesario decir algo más?

Si es que es tan evidente que da rabia. Rabia por la impotencia de ver una injusticia tan clara y no poder hacer nada. De hecho, cuando después tuve la oportunidad de conversar con Mariela Castro, la hija del Presidente Raúl Castro, me atreví a preguntarle: “¿Ustedes no pueden hacer nada? ¿No pueden intercambiarlos por prisioneros norteamericanos como se suele hacer en esos casos?". “No quieren ni oír de eso”, me contestó, “para ellos es una vendetta y no quieren perder el placer de disfrutarla”.

Pobre Mirta. Son cinco familias las que han quedado destruidas, condenadas a sufrir por el resto de sus vidas el más profundo de los dolores: saber que están torturando a tu ser querido sólo por el hecho de que quiso ser altruista y ayudar a su país. Saber que lo están maltratando injustamente y no puedes hacer nada.

No tengo palabras para describir el agradecimiento que expresó esa mujer porque la hayamos escuchado. Y la esperanza que brillaba en sus ojos al pensar que, a lo mejor, esto podría ayudar en algo.

Es que la única posibilidad que queda es la gente. Que la gente sepa lo que realmente pasó, que la gente salga a la calle y reclame a quienes dicen ser sus representantes que los representen y, por una vez, actúen en nombre de la justicia.


Articulo completo en:http://actualidad.rt.com/mas/blogs/detras_de_las_camaras/blog_25587.html?rc=1


http://www.kaosenlared.net/noticia/cuando-injusticia-llega-punto-desesperante-absurdo

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