Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

Teléfono: 005068493-6876

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sábado, 15 de mayo de 2010

Yihad e islamofobia.

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Abdennur Prado

El[1] yihad es sin duda el concepto de la tradición islámica más manipulado en las últimas décadas, una manipulación que nos sitúa en el escenario de la política internacional antes que en el campo estrictamente religioso. Por un lado, la palabra árabe yihad es sistemáticamente traducida como ‘guerra santa’, un concepto propio de la tradición católica, y utilizado con el fin de mostrar que el islam es una religión esencialmente violenta. Por otro lado, el término yihad ha sido utilizado en los últimos tiempos para justificar acciones terroristas. Es, además, un término utilizado para involucrar a poblaciones musulmanas en los planteamientos belicistas de sus dirigentes[2].

Son numerosos los arabistas que se han afanado en definir el yihad como una amenaza para occidente, y a los musulmanes como agresores en potencia. El paradigma de estos arabistas es Bernard Lewis, quien en su libro ‘El lenguaje político del islam’ nos ofrece la siguiente definición:

“De acuerdo con las enseñanzas musulmanas, el yihad es uno de los mandamientos básicos de la fe… La palabra de Dios y el mensaje de Dios es para toda la humanidad; es deber de aquellos que la han aceptado esforzarse (ÿahada) sin descanso por convertir o al menos someter a los que no la aceptan. Esta obligación debe continuar hasta que el mundo entero haya aceptado la fe islámica o se haya sometido al poder del estado islámico. Hasta que eso ocurra, el mundo estará dividido en dos: el Territorio del Islam (dâr al-Islâm) y el Territorio de la Guerra (dâr al-Harb), que comprende el resto del mundo. Entre ellos hay un estado de guerra moralmente necesario, legal y religiosamente obligatorio, hasta el final e inevitable triunfo del Islam sobre los no creyentes.” [3]

Esta fantasiosa formulación encontró una expresión aún más burda en el escrito ‘Las raíces de la rabia musulmana’, donde encontramos palabras escalofriantes:

“En el Islam la lucha entre el bien y el mal muy pronto adquirió dimensiones políticas e incluso militares… Mahoma no fue solo profeta y maestro, como los fundadores de otras religiones… su lucha incluía a un Estado y las fuerzas armadas. Si los combatientes de la guerra por el Islam, la guerra santa ‘en la senda de Dios’, luchan por Dios, se deduce que sus adversarios luchan contra Dios… Dado que Dios es el soberano, el jefe supremo del Estado Islámico, entonces Dios, como soberano, está al frente del ejército. El deber de los soldados de Dios es enviar lo más pronto posible a los enemigos de Dios al lugar donde Dios los castigará, es decir: al otro mundo”.[4]

Así pues, según Lewis, la diferencia entre el islam y otras religiones estriba en que el islam predica la guerra santa contra los infieles. Los musulmanes son presentados como asesinos en potencia, y el objetivo de un presunto Estado islámico queda reducido a la idea de matar infieles…[5] Este discurso está construido sobre cuatro falsedades, que se encadenan para crear la imagen de que los musulmanes son una amenaza para el resto del mundo:

1.la equiparación del yihad a la ‘guerra santa’;

2.la idea de que el islam divide a la humanidad entre ‘infieles’ y ‘creyentes’;

3.la idea de que el islam divide el mundo en dar al-islam (el territorio del islam) y dar al-harb (el territorio de la guerra);

4.y la idea de que los musulmanes tienen la obligación de luchar hasta que todo el mundo se convierta o esté sometido al islam.


1. Equiparación del yihad a la ‘guerra santa’. La palabra yihad significa, literalmente, ‘esfuerzo’ (en el camino de Dios). La palabra árabe para ‘guerra’ es ‘harb’, y para ‘santo’ es ‘quddus’. La expresión ‘guerra santa’ se traduciría en árabe como ‘harb muqadasah’, una expresión que no encontramos ni en el Qur’án ni en la Sunna, y desconocida en los tratados de jurisprudencia islámica[6]. Tal y como señala Nasreddin Peyró, esta expresión es propia de la tradición católica, y tiene su origen en las cruzadas[7]. No nos resistimos a citar el Elogio de la nueva milicia templaria de San Bernardo de Claravall:

“En los mismos lugares [Tierra Santa] donde él dispersó con brazo robusto a los jefes que dominan en las tinieblas, aspira esta milicia ahora a exterminar a los hijos de la infidelidad… Los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor alguno a pecar por ponerse en peligro de muerte y por matar al enemigo. Para ellos, morir o matar por Cristo no implica criminalidad alguna y reporta una gran gloria. Además, consiguen dos cosas: muriendo sirven a Cristo, y matando, Cristo mismo se les entregará como premio. Él acepta gustosamente como una venganza la muerte del enemigo y más gustosamente aún se da como consuelo al soldado que muere por su causa. Es decir, el soldado de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor seguridad aún. La muerte del pagano es una gloria para el cristiano, pues por ella es glorificado Cristo.”[8]

2. División entre ‘infieles’ y ‘creyentes’.En todo el Qur’án no existe ni una sola aleya que hable del yihad para ‘convertir a los infieles’. Por lo demás, el término infieles es una traducción incorrecta del árabe kufar, que significa literalmente ‘el que cubre o niega (el bien y la verdad)’. En el Qur’án aparece como antónimo de shukr (gratitud) (31:12). Muhámmad Asad lo traduce como “los que se niegan a aceptar la Verdad”:

“Su uso aquí –e, implícitamente, en el resto del Qur’án—viene determinado obviamente por el sentido que tenía en la lengua de los árabes antes de la llegada del Profeta Muhámmad: en otras palabras, el término káfir no puede ser equiparado, como han hecho muchos teólogos musulmanes de la época post-clásica y prácticamente todos los traductores occidentales del Qur’án, a ‘incrédulo’ o ‘infiel’, en el sentido específico y restrictivo de aquel que rechaza el sistema doctrinal y legal promulgado en el Qur’án y ampliado mediante las enseñanzas del Profeta –sino que debe dársele un sentido más amplio y general. Este sentido se comprende fácilmente teniendo en cuenta que la raíz verbal del sustantivo participial káfir (y del sustantivo verbal kufr) es káfara, ‘él [o ‘ello’] cubrió [algo]’: así, en 57:20, se denomina káfir (sin sentido peyorativo) al labrador, ‘el que cubre’, e.d., con tierra la semilla plantada, igual que se dice de la noche que ‘cubre’ (káfara) la tierra de oscuridad. En sentido abstracto, tanto el verbo como los sustantivos derivados de él tienen la connotación de ‘ocultar’ algo que existe o de ‘negar’ algo que es verdad. De ahí que en el lenguaje del Qur’án –con la sola excepción de 57:20, donde este sustantivo participial significa ‘labrador’—káfir es ‘el que niega [o ‘se niega a reconocer’] la verdad’ en el más amplio sentido espiritual de este último término: o sea, tanto si se refiere a la cognición de la verdad suprema –a saber, la existencia de Dios—a una doctrina u ordenanza enunciada en la escritura divina, a un postulado moral evidente, o bien al reconocimiento de favores recibidos y la consiguiente gratitud por ellos.”[9]

En las lenguas occidentales, la palabra kafir ha dado el maltés kiefer (cruel) y el francés cafard (traidor, hipócrita). En castellano ha dado la palabra cafre: alguien zafio, bárbaro y cruel. Ninguna de estas palabras tiene connotaciones religiosas. Igual que en el caso de la expresión ‘guerra santa’, el calificativo de ‘infiel’ ha sido durante siglos utilizado por la Iglesia Católica para designar a los que no aceptan su magisterio. Comenta Nareddin Peyró:

“‘Infiel’ es un término eclesiástico de Roma, y es el mundo eclesiástico, con su práctica, el que lo convirtió en una palabra-amenaza. In-fidel, literalmente ‘el que no tiene fe’, aplicado específicamente a quienes no eran cristianos. Dice María Moliner en su Diccionario de uso del español: ‘Infidelidad: Conjunto de los infieles o no conocedores de la fe de Cristo’. Y también: ‘Se aplica a los que no profesan la religión cristiana; particularmente a los pueblos no civilizados que no la conocen: «Fue a convertir infieles»’. En tiempos de la Inquisición, ‘mor(isc)os infieles’ y ‘judíos infieles’ llenan las páginas de los infames procesos. (…) Los occidentales de hoy siguen pensando que el insulto es extremadamente grave y que quien lo recibe está amenazado de muerte (‘infiel’ como declaración de odio).”[10]

3. Dar al-islam y dar al-harb.
Sobre la supuesta división del mundo en el Territorio del Islam (dâr al-Islâm) y el Territorio de la Guerra (dâr al-Harb), popularizada por Lewis, lo único que cabe decir es que no existe ni la más mínima referencia a ella ni en el Qur’án ni en la Sunna, ni tan siquiera una referencia lejana que pueda dar pie a tal maniqueísmo.

Según Hasan Moinuddin, esta oscura teoría no aparece hasta el siglo VIII, más de 200 años después de la Hégira, y es obra de algunos juristas del califato abbasí[11]. Sin embargo, nunca gozó de aceptación entre los ulemas del islam. A lo largo de los siglos han sido codificados muchos otros términos, tales como dar al-ahd (territorio del pacto) o dar ad-dawa (territorio de la predicación)[12].

Según explica Taha Jabir al Alwani, presidente del Consejo de Fiqh de Norteamérica y miembro de la Academia Internacional de Fiqh de Jedda:

“En el pasado, los sabios musulmanes fueron unánimes en su consideración de que toda la tierra es la tierra de Al-lâh, y no la dividieron en semejantes esferas. El Profeta enseñó que ‘toda la tierra es una mezquita’. El famoso sabio Imam del siglo V de la Hégira, Imam Mawardi, dijo que incluso en el caso de que tengamos un solo familiar viviendo en un país no musulmán, su casa debía ser considerada como dar al-Islam. La realidad es que allí donde los musulmanes encuentran la libertad para practicar el Islam, este territorio se convierte en dar al-islam para ellos.” [13]

4. Dominio del mundo. Otra idea obsesiva popularizada por Lewis es la de que el yihad es una obligación religiosa permanente para todo musulmán, cuyo objetivo final es la conversión (incluso la conquista) del mundo. Igual que en los términos ‘guerra santa’ e ‘infieles’, esto constituye una proyección en el islam de conceptos propios de la historia de occidente, conceptos que por cierto siguen en pie. Ya hemos visto que el Qur’án afirma que todas las religiones vienen del Dios único, y exhorta a cristianos y a judíos a regirse por lo que ha sido revelado para ellos. En el Qur’án, se insiste en el pluralismo como un bien, y se rechaza la idea de que la humanidad pueda convertirse en una sola comunidad:

Hemos asignado a cada comunidad formas de adoración
[distintas], que deberían observar.
Así pues, [Oh creyente,] no permitas que esos
[que siguen formas distintas a la tuya]
te arrastren a disputar sobre esta cuestión,
sino llama [a todos ellos] a tu Sustentador.
(Qur’án 22: 67-69)

A cada uno de vosotros le hemos asignado una ley
y un modo de vida [distintos].
Y si Dios hubiera querido, cierta­mente,
os habría hecho una sola comunidad:
pero [lo dispuso así] para probaros en lo que os ha dado.
¡Competid, pues, unos con otros en hacer buenas obras!
(Qur’án 5:48)


¡Oh gentes! Ciertamente,
os hemos creado a todos de varón y hembra,
y os hemos hecho naciones y tribus,
para que os reconozcáis unos a otros.
Realmente, el más noble de vosotros ante Al-lâh
es aquel que es más profundamente consciente de Él.
(Qur’án 49: 13)


Así pues, el yihad no es una ‘guerra santa para convertir infieles’, ni el islam busca imponerse a los no musulmanes, como se pretende divulgar masivamente. El Qur’án presenta la diversidad de pueblos, religiones y comunidades como algo querido por Al-lâh, y conmina a los miembros de las diversas comunidades a conocerse mutuamente. Los ‘buenos’ judíos, cristianos, hinduístas y budistas son tan creyentes como puedan serlo los ‘buenos’ musulmanes. De ahí que el proselitismo está tan mal visto entre los musulmanes. La única competitividad a la que se nos exhorta es en la realización de buenas obras.

Esta visión orientalista sobre el yihad como ‘guerra santa para convertir a los infieles’ no se corresponde en lo más mínimo al mensaje del Qur’án. Más bien, hay que situar esta visión en el marco de la geo-política internacional, en la cual la demonización del islam juega un papel estratégico concreto, relacionado más con el precio del petróleo que con el Mensaje del Qur’án, donde el yihad es presentado solo como un recurso defensivo, siendo uno de sus objetos (o motivos por los cuales se hace lícito el combate) la protección de la libertad religiosa:

Les está permitido combatir a aquellos
que son víctimas de una agresión injusta,
y, ciertamente, Dios tiene poder para auxiliarles.
Aquellos que han sido expulsados de sus hogares,
contra todo derecho, sólo por haber dicho:
“¡Nuestro Sustentador es Dios!”.
Pues, si Dios no hubiera permitido que la gente
se defendiera a sí misma unos contra otros,
los monasterios, iglesias, sinagogas y mezquitas
—en los cuales se menciona el nombre de Dios en abundancia—
habrían sido destruidos.
(Qur’án 22:39-40).


A pesar de la claridad del mensaje del Qur’án sobre el pluralismo religioso y el respeto a la diversidad, los orientalistas seguirán insistiendo en lo contrario. Existen intereses políticos y económicos concretos detrás de esta insistencia. En numerosas ocasiones esta concepción orientalista de la ‘guerra santa islámica’ se vuelca en franco antisemitismo. La agresividad de los siguientes textos nos sitúa en un escenario casi apocalíptico:

Primer texto: “Hay que meterse en la cabeza esta sencilla, inequívoca e indiscutible verdad: todo lo que los musulmanes hacen contra nosotros y contra sí mismos está escrito en el Qur’án. Viene pedido y exigido por el Qur’án. La yihad o guerra santa. La violencia, el rechazo de la democracia y de la libertad. La alucinante servidumbre de la mujer. El culto a la muerte, el desprecio a la vida.”[14]

Segundo texto: “Hablemos, pues, de terrorismo islámico. En el entendido de que el terrorismo ya no es lo que era, no se parece en nada al de los que arrojaban bombas caseras al paso del carruaje del zar. Ahora todos somos el zar. Ya no es terrorismo: es guerra. La guerra islámica contra todos, pero empezando por judíos y cristianos, es decir nosotros. Y no ha empezado ayer, lleva siglos, es un deber transmitido de generación en generación desde los tiempos del profeta Mahoma.”[15]

Tercer texto: “Al-Qaeda. Es vano buscar, en la historia europea del siglo XX, algo comparable en pureza reaccionaria a ese islamismo. No es de esta era. Hunde raíces en un universo de guerra santa que el imaginario occidental no acierta siquiera a representarse. Visión del mundo que el Qur’án codifica: Alá ha dado a los creyentes misión de exterminar a los infieles contumaces. «Ve y di a los infieles: seréis vencidos y recluidos en la Gehena» (Qur’án. II, 12). «Matad a los politeístas, allá donde los encontréis» (IX, 5). «No sois vosotros quienes los matáis. Es Dios» (VIII, 17)… Nos podrá sonar a broma. A nosotros. A un creyente, no. Para un creyente, la sola duda acerca de ese tipo de evidencias es blasfemia. Nadie se engañe: en comparación con ese impensable retorno al primitivismo irracional extremo, Adolf Hitler sería un avanzado de las libertades públicas.”[16]

Cuarto texto: “[El yihad] se trata de un llamamiento a una nueva guerra mundial, a una guerra planetaria de un nuevo tipo en el que ya no se enfrentarían las coaliciones de Estados, sino los bloques de civilizaciones, definidos según la oposición entre el mundo occidental moderno y el mundo musulmán, pero también en el interior de este último, según la antítesis entre los ‘verdaderos’ musulmanes y los ‘hipócritas’ y ‘traidores’.”[17]

Quinto texto: “La amenaza más grande para nuestros países occidentales es el Islam. Y el peligro es tanto más grande cuanto más grande es la ignorancia de nuestras sociedades occidentales sobre la naturaleza intrínseca del Islam… Los que no son musulmanes deben ser combatidos con las armas en las manos, destruidos si no aceptan el Islam, los judíos deben ser exterminados, los cristianos o convertidos o esclavos (dhimmis) o exterminados… Ahora el Islam se instala de nuevo en Europa, revistiendo la apariencia de un cordero, pero cuando revele su naturaleza de lobo ya será demasiado tarde para reaccionar. Es ahora que hay que actuar, ahora que hay que obligar nuestros dirigentes a abrir los ojos para discernir el peligro. España. ¡Estás en peligro de muerte!”[18]

Sexto texto: “El terrorismo islámico se ha constituido en una verdadera Internacional del Terror, algo muy acorde con la umma o comunidad de creyentes-combatientes contra el infiel que proclama el Qur’án… Partir de la realidad exige reconocer los rasgos liberticidas y violentos que anida en el Islam y que, si no se denuncian y censuran, jamás sus fieles renunciarán a ellos.”[19]

Podrían citarse textos igual de violentos por parte de autores como Daniel Pipes, Alain Finkielkraut, Martin Kramer o Robert Spencer. Se trata de textos traducidos a numerosos idiomas e ideas ampliamente divulgadas a través de entrevistas de televisión, de radio, de internet o de conferencias internacionales. Todo esto es más que suficiente para poner en evidencia la causa política detrás de la teoría del ‘islam expansionista y anti-occidental’, que se expresa en los planos global y local:

1. Todos los autores citados son partidarios de una política militarmente agresiva de las potencias occidentales con respecto al mundo islámico, incluyendo invasiones de países (Afganistán, Irak, Somalia). Así, la definición de los musulmanes como expansionistas y agresivos es utilizada para justificar la agresividad expansionista de las potencias occidentales.

2. Todos los autores citados son defensores incondicionales del Estado de Israel, justifican los atentados terroristas contra el pueblo palestino y argumentan que el conflicto no es político sino religioso-apocalíptico: los israelíes representan los ‘valores occidentales’ y ‘judeo-cristianos’, mientras los palestinos representan al ‘fanatismo islámico’. Así, la falacia de que los musulmanes predican la ‘guerra santa’ es utilizada para justificar el apartheid contra los árabes en Palestina.

3. Todos los autores citados alertan sobre la ‘invasión islámica de Occidente’, y abogan por la restricción de las libertades religiosas de los ciudadanos musulmanes en los países occidentales. Así, la argumentación de que los musulmanes son intolerantes sirve para justificar la intolerancia.

Frente a este discurso, existe una corriente de analistas que ponen el acento en la utilización política del fenómeno del ‘terrorismo internacional’, mostrando que el factor religioso en realidad no es más que un subterfugio. En esta línea se inscribe el siguiente texto de Enrique Gil Calvo, Profesor titular de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, titulado ‘La invención del yihadismo’:

“Occidente ha caído en la trampa tendida por los terroristas de entender al pie de la letra el yihadismo como una causa religiosa en vez de política. Y esta falaz confusión es achacable no sólo a Huntington y al trío de las Azores, sino a todos cuantos se empeñan en hacer del islam la causa última del terrorismo, censurando el Qur’án o el sermón de los viernes como si se tratase del Libro Rojo de Mao. (…) Es hora de advertir que la causa del terror yihadista no es teológica ni cultural, sino política, pues se origina en la espuria alianza entre el colonialismo occidental y los regímenes oligárquicos que bloquean el desarrollo de los países árabes.”[20]

En un reportaje sobre Pakistán, Jesús Rodríguez explica:

“Yihad, esa ambigua expresión islámica que se relaciona inmediatamente en Occidente con el terrorismo internacional, fue, sin embargo, durante 12 siglos, un concepto prácticamente ignorado por los musulmanes. Hasta que la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979. Y Znigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter lanzó una inusual declaración de guerra: ‘vamos a sembrarles de mierda a los soviéticos su patio trasero’. En un laboratorio de la CIA alguien resucitó el concepto de yihad como una guerra santa de la comunidad musulmana contra los comunistas”.[21]

El autor se refiere al origen del movimiento yihadista internacional, un movimiento creado al servicio de la política norteamericana al final de la Guerra Fría. El movimiento talibán salió de la red de madrasas financiadas por Arabia Saudí y los EEUU en la frontera pakistaní. En estas madrasas se formaban ‘combatientes islámicos’ con el fin de expulsar a los rusos de Afganistán[22].

Obviar el factor político y tratar de explicar todo lo que sucede en el mundo islámico en base a una definición monolítica (y negativa) del islam es la quintaesencia del orientalismo, como discurso creado para justificar la dominación del mundo islámico. La realidad es que el (mal) llamado ‘terrorismo islámico’ es una invención reciente, que nada tiene que ver con el Qur’án ni con la historia del islam. El concepto del yihad como ‘guerra expansiva para aniquilar a los infieles’ es un monstruo creado por grupos de presión en ese Occidente que ahora dice sentirse amenazado. Y ese sentimiento de amenaza es el instrumento del expansionismo de Occidente.

En los últimos tiempos, también en España hemos asistido a la ‘repetición ritual’ de este discurso. Un caso típico es el de ‘La yihad en España’, de Gustavo de Atistegui, quien dedica un largo capítulo al tema, con el título ‘La Yihad y la teoría de la conquista. Bases doctrinales’, donde afirma:

“La yihad es una acción bélica para extender el islam y, llegado el caso, defenderlo. Según otras definiciones no contradictorias con las anteriores Yihad es el combate contra infieles y apostatas en nombre de Dios. (…) La más clara e importante premisa es la lucha contra los ejércitos y fuerzas de paganos, apostatas, infieles o tibios, también llamados en el islam hipócritas. La guerra santa contra Occidente se fundamenta en este principio”.[23]

En todo momento, Aristegui se esfuerza en vincular el Mensaje del Qur’án con el terrorismo internacional. En el apartado titulado ‘El Qur’án y la conquista’, se las apaña para extraer un componente belicoso del mandato de ‘ordenar el bien y prohibir el mal’ (al-amr bil ma’aruf wa nahyu al-munkar), y cita a un tal Maghraoui, quien afirma:

“este principio (ordenar el bien) es el tercer pilar de la estrategia del yihadismo mundial para establecer dictaduras islamistas, junto con la Yihad o guerra santa y la dawa, la predicación por medio del proselitismo expansivo y violento”. [24]

La definición que ofrece de la dawa revela un profundo odio hacia el islam. La palabra árabe dawa significa literalmente llamada. Dice el Qurán: “Llama al camino de tu Sustentador con sabiduría (bil-hikma) y con una excelente exhortación (til-hasana), y razona con ellos de la forma más hermosa (ahsan)” (16:125). Esta apelación a la razón, a la sabiduría y a las buenas maneras es transformada en el texto de Aristegui en algo violento y expansivo.

Un aspecto que destaca en los textos antes citados es que en muchos de ellos se hacen referencias al Qur’án, e incluso se citan aleyas coránicas como ‘prueba’ de lo que se está diciendo[25]. Un procedimiento habitual consiste en citar parcialmente algunas aleyas del Qur’án, omitiendo la anterior y su continuación. Con esto el texto es manipulado para resaltar tan solo el aspecto violento del yihad. Una muestra de este procedimiento nos la ofrece Antonio Elorza, en un artículo aparecido en un importante medio de comunicación español en los días que siguieron al atentado del 11-M:

“¿Por qué debían preocuparse los creyentes ante los muertos en una acción de santa represalia? La prescripción del Qur’án es inequívoca: ‘Matadlos donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron. Si os combaten, matadlos: ésa es la recompensa de los infieles’ (2, 187). No hay mucho que añadir.”[26]

Pero sí hay que añadir. Por ejemplo, sería ilustrativo añadir el versículo anterior y el siguiente, para ver lo que realmente dice el Qur’án al respecto. Citamos la misma traducción del Qur’án que utiliza Elorza, la de Juan Vernet[27]:

Versículo anterior: Combatid en el camino de Dios a quienes os combaten, pero no seáis los agresores. Dios no ama a los agresores.

Versículo citado: Matadlos donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron.

Versículo siguiente: Pero si dejan de atacaros Dios será indulgente… Si ellos cesan en su actitud, no más hostilidad en contra de los infieles.


El conjunto puede leerse como sigue: no os es lícito iniciar una guerra de agresión, únicamente podéis combatir en caso de ser atacados. En este caso os es lícito matar y expulsar a vuestros enemigos de donde os expulsaron (es decir: recuperar las tierras que os han sido arrebatadas por la fuerza). Pero si cesan en las hostilidades debéis deponer las armas inmediatamente.

Se mire como se mire, el Qur’án deja absolutamente claro que el yihad es un concepto coránico únicamente defensivo. En el caso de Antonio Elorza, cabe preguntarse: ¿cómo puede un catedrático de ciencias políticas manipular un texto de la importancia del Qur’án de forma tan descabellada? El tema es más grave de lo que parece, ya que tuvimos ocasión de contestar a Elorza (en un artículo publicado unos días después del suyo y en el mismo medio) llamándole la atención sobre lo inapropiado de citar el versículo en cuestión sin el anterior y el siguiente[28]. A pesar de ello, Elorza ha vuelto a publicar textos en los cuales utiliza exactamente el mismo procedimiento. Y ha ido más allá, llegando incluso a escribir que el terrorismo de al-Qaeda es “una yihad clásica en el fondo doctrinal”, realizada “al modo que la practica el Profeta armado”[29]. Existe pues una intención consciente y deliberada de manipulación.

Publicado en Webislam: www.webislam.com/?idt=7034


[1] A pesar de la insistencia de ciertos arabistas a escribir ‘la yihad’, la palabra árabe yihad es masculina. Esta es ya la primera señal de la ignorancia.

[2] Durante la guerra Irán-Iraq, ambos bandos hicieron sonoros llamamientos al yihad contra el enemigo. Ziauddin Sardar comenta que en la tradición islámica el yihad no es nunca contra musulmanes (Islam para todos, ed. Paidós 2005, p.61).

[3] Lewis, Bernard. ‘El lenguaje político del islam’, ed. Taurus 1990, p.126.

[4] Lewis, Bernard. ‘The Roots of Muslim Rage’, Atlantic Monthly, septiembre 1990. Traducción española ‘Las raíces de la rabia musulmana’, Letras libres, 2001.

[5] Con el discurso de Bernard Lewis nos enfrentamos al “ala dura del orientalismo”, tal y como la calificó Edward Said ya en 1978, Orientalismo, pp. 369-377. En Cubriendo el islam, ed. Debate 2005, p.53-56, Edward Said lo califica como “uno de los peores infractores en la guerra cultural contra el islam”.Said pone en evidencia que Lewis no es tan solo un historiador, sino uno de los ideólogos del ‘choque de civilizaciones’ como base para política de los neocon americanos para Oriente Medio, y que sus tesis han sido divulgadas por los think thanks conservadores. Lewis es un personaje clave, que evidencia la conexión entre la política norteamericana y los estudios sobre Oriente Medio. Ha recibido encendidos elogios del Vicepresidente Dick Cheney, y ha sido calificado por el historiador Joel Beinin como “el más articulado y erudito abogado del sionismo en la comunidad académica norteamericana”. Su visión del yihad ha influido en cientos (por no decir miles) de analistas políticos y de temas de actualidad. Véase también el artículo de Alain Gresh en Le Monde Diplomatique y el artículo de Lamis Andoni en Al-Ahram Weekly.

[6] Jamal Badawi, Muslim and Non-Muslim Relations.Reflections on Some Qur’anic Texts.

[7] Sobre “guerras santas”, “infieles” y otros vocablos ajenos al Islam. En Webislam

Otros autores señalan que el término guerra santa es muy anterior, y que se puede encontrar en la obra de Agustín de Hipona La ciudad de Dios.

[8] San Bernardo de Claravall, ‘Elogio de la nueva milicia templaria’, ed. Siruela 1994, p.169 y 175.

[9] Asad, Muhámmad. El Mensaje del Qur’án, p.893.

[10] Peyró, Nasreddin. Sobre “guerras santas”, “infieles” y otros vocablos ajenos al Islam. En Webislam

[11] Hasan Moinuddin, The charter of the islamic conference and legal framework of economic cooperation among its member states 21 (1987).

[12] Para una diascusión sobre estos términos, véase: Ramadan, Taiq. El islam minoritario, ed. Bellaterra 2002, pp.175-183. En la misma obra Tariq Ramadan a propuesto el término dar ash-shahada (tierra del testimonio) para calificar los países de Occidente donde los musulmanes son minoritarios. El islam minoritario, p.201-2004.

[13] Taha Jabir al Alwani, ‘Muslims in the West need contemporary fatwa’.

[14] Oriana Fallaci, entrevistado por Andrzej Majewski para El Mundo.

[15] Autor: Horacio Vázquez-Rial.

[16] Autor: Gabriel Albiac, escritor español. Fuente: El Mundo.
[17] Pierre-André Taguieff, La nueva judeofobia. Gedisa, Barcelona, 2003.

[18] Autor: Joaquín González. El Islam amenazador.

[19] Editorial de Libertad Digital, del 2-11-2004.

[20] ‘La invención del yihadismo’

[21] ‘El polvorín pakistaní’. El País Semanal el 5 de noviembre 2006.

[22] Peter Symonds.El Talibán, los Estados Unidos y los recursos del Asia Central

[23] De Aristegui, Gustavo. ‘La yihad en España’, ed. La esfera de los libros, 2005, p. 51 y p.68.

[24] Ídem, p.72. Este pasaje es tan retorcido como afirmar que las bienaventuranzas de Jesús es uno de los pilares del fascismo.

[25] Una ‘prueba’ extraña, ya que en numerosas ocasiones no coinciden las referencias coránicas ofrecidas con la cita en cuestión (como en el caso del texto de Gabriel Albiac). Pero esto no importa: nadie se molestará en comprobar si se trata realmente de citas coránicas o de invenciones del autor.

[26] Elorza, Antonio. EL PAÍS, 18/3/2004. Elorza es catedrático de Pensamiento Político en la Universidad Complutense de Madrid.

[27] Tras el 11-S, Vernet declaró que en su traducción del Qur’án, a la hora de traducir el término yihad, “en algún caso puse guerra santa, algo de lo que me arrepentiré toda mi vida.” Lo cual implica reconocer que la traducción de yihad por ‘guerra santa’ tiene un componente político más allá de lo académico.

[28] El País 7/4/2004, ¿’Yihad’ en Madrid?. Reimpreso en el libro ‘El islam en democracia’, ed. Junta Islámica 2006, pp.129-134.

[29] Véase el estremecedor ‘Después del 7 de julio: ¿una nueva guerra mundial?’, Real Instituto Elcano.


http://abdennurprado.wordpress.com/2007/03/12/yihad-e-islamofobia/

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