Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

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domingo, 21 de marzo de 2010

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Mi padre fue un combatiente por la libertad de Ramzy Baroud


Robin Yassin-Kassab
Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens



“Desde lejos,” escribe Ramzy Baroud, “la realidad de Gaza, como la de toda Palestina, se presenta frecuentemente sin cohesión, sin un contexto adecuado; relatos de la vida real en Gaza se desfiguran por suposiciones y tergiversaciones desganadas que privan a los seres humanos retratados de sus nombres, identidades y de la dignidad misma.”

El último libro del autor palestino-estadounidense, periodista y director de Palestine Chronicle, Ramzy Baroud My Father was a Freedom Fighter (Mi padre fue un combatiente por la libertad) es un antídoto contra la descontextualización y la deshumanización de los palestinos por los medios de EE.UU., Europa e Israel. También es un clásico instantáneo, uno de los mejores libros que han examinado la tragedia palestina.

Como sugiere el título, Baroud relata la vida de su padre, Mohamed Baroud. Cada paso en la historia está colocado en un contexto general familiar, social, económico y político, distinguido por informes de testigos presenciales y concretizado mediante una riqueza casi enciclopédica de detalles. Pero ni los detalles del libro ni su profunda reflexión sobre el conflicto están en conflicto con su compulsiva legibilidad. Es un logro impresionante.

Subtítulos como “El mundo desde el tren” reflejan el método de Baroud. Dentro– en este caso dentro de un vagón que va a toda velocidad por el Sinaí egipcio– están los pensamientos y sentimientos inmediatos de Mohamed. Afuera está una ambientación precisada históricamente que incluye el Cairo, Jerusalén y Washington, así como Gaza o el desierto egipcio. Y la interpenetración de los mundos interior y externo se logra en una medida que es rara en la ficción, y más aún en la literatura de no ficción. Al describir el estallido de la primera intifada palestina, Baroud habla de “una culminación de experiencias que une al individuo con el colectivo: su consciente y su subconsciente, sus relaciones con sus entornos inmediatos y con lo que no es tan inmediato, todo chocando y estallando con una furia que no se puede reprimir.”

Mohamed Baroud nació durante el mandato británico en la aldea Beit Daras en Palestina sudoccidental. El mandato británico supuestamente debía proteger la integridad territorial de Palestina mientras preparaba a su pueblo para la independencia. En lugar de hacerlo Gran Bretaña prometió Palestina al sionismo sin proponer –en boca del secretario de exteriores británico Arthur Balfour– “ni siquiera que se pasara por lel trámite formal de consultar los deseos de los actuales habitantes del país.” Cuando los nativos se rebelaron, las fuerzas británicas bombardearon sus casas, los detuvieron en masa y demolieron gran parte de la Ciudad Vieja de Yafo. Gran Bretaña también organizó y armó el Escuadrón Especial Nocturno británico-sionista así como la Policía Judía de Asentamientos, que tenía una base en el asentamiento de Tabbiya, vecino a Beit Daras.

La aldea de Mohamed Baroud –cercana al aeropuerto al que llegó la tristemente célebre entrega de armas checas, que ayudó a inclinar la balanza durante la Guerra Palestina de 1948– tenía gran importancia estratégica. El 21 de mayo de 1948, fuerzas sionistas de Tabbiya (que habían aprendido a labrar la tierra de sus anfitriones palestinos) y de otros sitios bombardearon a mujeres y niños que huían de la aldea sitiada, matando a 265. Pero Beit Daras resistió hasta julio, cuando sus habitantes supervivientes huyeron a Gaza y Hebrón, aferrados a sus títulos de propiedad, sus llaves y paños repletos de tierra de la aldea.

La descripción de la Nakba, o sea la limpieza étnica de palestinos de su patria en 1947-48, de Ramzy Baroud es brillante y dolorosa. Describe el caos de las rutas ametralladas y bombardeadas, “algunos que seguían adelante con un gran sentido de urgencia, otros que deambulaban sin rumbo fijo, estupefactos,” cadáveres hinchados o reventados desparramados por el camino, y pies descalzos que sangraban, madres que gritaban buscando a niños perdidos.

En lo que se convertiría en el campo de refugiados Nuseirat de la Franja de Gaza, la Sociedad Religiosa de Amigos (Cuáqueros) repartía pan y agua. Después la agencia de la ONU para refugiados palestinos, UNRWA, llevó carpas. Luego los refugiados construyeron refugios de adobe. Mohamed, eclipsado en casa por su hermano mayor e incómodo por las condiciones empobrecidas y claustrofóbicas del campo, ahora salta a un tren a Egipto. En el primero de una serie de intentos de hallar fuerza y fortuna afuera, pasa un año enseñando el Corán a niños beduinos.

De vuelta en Gaza se une al ejército egipcio, escribe y recibe una respuesta del idolatrado presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, se encarama a un árbol para leer novelas rusas y se enamora de Zarefah, una refugiada analfabeta que trabajaba en una fábrica textil desde los ocho años. Mohamed necesita varios años como vendedor de ungüentos y curandero en La Meca para ganar la dote.

Sobrevive a la matanza de 1.200 gazanos durante la Guerra de Suez de 1956. Sobrevive a la guerra de junio de 1967, en la cual rifles soviéticos desechados enfrentaron a “misiles hawk estadounidenses, tanques Patton alemanes occidentales y cazabombarderos Mirage franceses.” Tres años después, sobrevive a la “pacificación” de Gaza mediante la “terapia de choque” del entonces general Ariel “El Bulldozer” Sharon, durante la cual las fuerzas israelíes ejecutaron y deportaron a hombres jóvenes y destruyeron 2.000 casas sólo en agosto de 1970. Mohamed se une al Ejército de Liberación de Palestina, porque después de dos años en los campos los refugiados había llegado a creer en la acción independiente, armada. Llega a formar parte del Comité Nacional de Dirección en 1978 y llama a la desobediencia civil. Mohamed y Zarefah también proveen a combatientes perseguidos de cigarrillos, alimentos y frazadas.

Mi padre fue un combatiente por la libertad detalla una vida implacablemente dura. Zarefah, embarazada, vive de té poco cargado y sopa de ajo. El primer hijo de Mohamed y Zarefah muere de fiebre elevada, más bien de pobreza. Después Mohamed vende alfombras en Ramala y compra chatarra en Israel, pero el sitio impuesto durante la primera intifada palestina, así como la decisión poco usual de Mohamed de enviar su hija a estudiar a Siria, vuelven a hundir la familia en la penuria. Zarefah muere a los 42 años.

Ramzy primero se llamó George, en honor de George Habash, el fundador del Frente Popular para la Liberación de Palestina, y también como declaración contra la división entre musulmanes y cristianos. Como niño, el autor Ramzy recolecta cartuchos de bala y botes de gas lacrimógeno, todos con la marca de fábrica de EE.UU. Vive el sediento aburrimiento de toques de queda y corre con los niños que lanzan canicas con hondas a los helicópteros artillados. Un día él y sus hermanos son colocados en fila, como muchos jóvenes palestinos, para quebrarles las extremidades. Los israelíes llegan a preguntar: “¿Qué mano usáis para escribir?” antes de que los ahuyentaran los gritos de las mujeres luchadoras de Nuseirat.

Luego vienen los acuerdos de Oslo a mediados de los años noventa que, según Mohamed, “fueron el desastre realizado en el momento mejor escogido que haya sucedido en Gaza.” El primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el ministro de exteriores Shimon Peres comparten el Premio Nobel de la Paz con el presidente de la Organización por la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat. La OLP muere para que pueda nacer la elitista, colaboracionista, Autoridad Palestina (AP). Las fuerzas policiales de la AP persiguen a los oponentes políticos y disparan contra manifestantes anti-Oslo desarmados. Mohamed, ahora separado de sus hijos por puestos de control y océanos, digiere noticias de “una masacre palestina cometida por la policía palestina,” y comprende que morirá siendo refugiado. Mohamed “a menudo temía la muerte y la deseaba, contradicciones que no eran únicas en su caso, sino compartidas por la mayoría de los gazanos.”

Mohamed se enorgullece de la victoria parcial que saca las colonias israelíes de la Franja de Gaza, y a pesar de sus “frágiles creencias religiosas,” vota con entusiasmo (en enero de 2006) por Hamás y su “cultura de la resistencia”. Cuando el gobierno de Hamás toma medidas drásticas contra un intento de golpe de Fatah, el sitio de Gaza se hace absoluto. Con 70 años y un asma peligrosa, Mohamed no tiene electricidad para su bomba de oxígeno, ni agua potable, ni medicinas. Israel le niega el permiso para visitar Cisjordania a fin de obtener atención médica y ver a sus hijos.

La muerte de Mohamed, aunque relatada sin ninguna sentimentalidad, me hizo llorar. La buena noticia es que, aunque estaba separado de su familia, no murió solo. Miles de personas asistieron a su funeral, “gente oprimida, que compartió sus sufrimientos, esperanzas y luchas”. Esa solidaridad refleja la de Beit Daras durante la serie de ataques en 1948, cuando la aldea “vivió su época más comunitaria. Los hombres lo compartían todo, las mujeres cocinaban para todos.” El héroe del libro, antes de Mohamed, es el pueblo palestino.

Mi padre fue un combatiente por la libertad es una invaluable historia social de ese pueblo. Sigue atentamente la influencia de la Hermandad Musulmana en Gaza desde los años treinta, el fermento de nuevas ideologías en los años sesenta, el ascenso de una sociedad de clases y también del nacionalismo encabezado por los palestinos, y luego el nuevo despertar del movimiento islámico en los años setenta y su evolución a la lucha armada.

El libro examina la lucha continua entre las masas palestinas y las elites cooptadas así como entre palestinos e Israel. Recuenta asesinatos, demoliciones, deportaciones y masacres interminablemente repetidas, pero el cuadro general es el de un pueblo que se fortalece, o que por lo menos teme menos, porque la generación de Mohamed Baroud fue la que pasó de ser intimidada e idealista a ver claro y estar segura de sí misma.

Al colocar a su padre al centro de su narrativa, Ramzy Baroud nos lleva un paso hacia territorio nuevo. El lector no sólo comprende la posición de Mohamed de forma cerebral, sino que también se puede identificar plenamente con las alternativas de la resistencia (a veces inevitables), que elige Mohamed. Es porque el personaje, aunque atractivo, es un ser humano no idealizado y enteramente sólido.

Por ejemplo, Baroud no rehúye la descripción de la violencia que Mohamed desata contra Zarefah durante un ataque de depresión y cólera provocado por los Acuerdos de Paz de Camp David de 1978 entre Israel y Egipto. El mismo Mohamed se niega a abandonar su casa dañada y peligrosa en el campo de refugiados Nuseirat porque desde su ventana puede ver la tumba de su hermosa esposa.

Mohamed, como su pueblo, es tanto imperfecto como heroico. Pero Mohamed y su pueblo lo saben: “La simple negativa a rendirse [es] la forma de resistencia más conmovedora de todas.”

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My Father was a Freedom Fighter de Ramzy Baroud. Pluto Press (March 30, 2010). ISBN-10: 0745328814. Price US$18, 320 páginas.

……..

Robin Yassin-Kassab ha sido periodista en Pakistán y profesor de inglés en el mundo árabe. Su primera novela. The Road from Damascus, es publicada por Hamish Hamilton y Penguin. Bloguea sobre política, cultura, religión y libros en qunfuz.com.

(Esta reseña apareció primero en The Electronic Intifada.)

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/LC20Ak02.html


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=102659

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