Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

Teléfono: 005068493-6876

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jueves, 21 de enero de 2010

Israel: cuerpos, órganos saqueados y racismo.

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Países como Irak, despedazado por la invasión, ha visto crecer un “mercado” de compraventa de órganos que solamente los medios de incomunicación de masas que nos “informan” puede ignorar.

Luis E. Sabini Fernandez (revista futuros)

Introducción necesaria Ante una cuestión tan sensible como el tema que señalamos en el título, nos parece metodológicamente significativo situar el asunto y para eso consideramos que puede ayudarnos el hacer, ante todo, un punteo histórico-geográfico: -desde que se alcanzó el nivel técnico de transplantar órganos de un s er humano a otro, esa técnica se ha empezado a usar legal e ilegalmente, por ley o por “necesidad”, con permisos reglados o sin ellos (remitimos a una nota que publicáramos en el siglo pasado).(1)
-El cambio del concepto de muerte cardíaca a muerte cerebral fue el aggiornamiento técnico para justificar la administración de órganos para transplante, sabiéndose de manera concluyente que órganos de cuerpos vivos, moribundos o muertos cerebrales crean muchas mejores expectativas de éxito en la sobrevida de transplantes y transplantados que órganos de cuerpos muertos, aun recientemente, alojados en bancos de órganos.

-Desde que se fue “popularizando” la técnica y por lo tanto creándose una escasez de órganos transplantables ha surgido la polémica, que ha comprometido a muchos intelectuales, entre quienes atribuyen el miedo a transplantes ilegales o forzosos a leyendas urbanas y supersticiones de pueblo bajo, y quienes consideran, consideramos, que semejante actividad –el transplante a escondidas, por fuera de disposiciones legales– expresa la sociedad que vivimos, donde todo es comercializable.

-Algunas legislaciones nacionales, como la británica, han autorizado la compraventa de órganos, partiendo de la base que semejante comercio le iba a dar a los dadores, es decir a las víctimas no del déficit pero sí del comercio, más amparo que el mero contrabando de órganos.

-Países como Irak, totalmente despedazado por la invasión y la ocupación occidental, ha visto crecer un “mercado” de compraventa de órganos que solamente los medios de incomunicación de masas que nos “informan” puede ignorar. The Telegraph, cotidiano londinense, informó a mediados de la década que la demanda de riñones creció en progresión geométrica. Una causa es el estremecedor deterioro de la provisión de agua y de alimentos a que fue sometido este país durante una larga década previa a la invasión de 20 03.

Ante esa realidad, escalofriante, y las privaciones crecientes, han aparecen más y más iraquíes dispuestos a sacrificar un riñón de su cuerpo para obtener alrededor de mil euros. Para sobrellevar la invasión, la desestructuración de toda la red económica nacional y la desocupación estratosférica. Aunque ese pago decuplica un sueldo policial, que es una de las opciones que ofrece la ocupación y que implica enfrentar el sabotaje y la resistencia violenta y suicida, el deplorable estado sanitario del país tampoco hace seguro el posoperatorio de un transplante.
La oferta no atiende, sin embargo, tanto a iraquíes empobrecidos. Se arremolinan “turistas de órganos” provenientes, sobre todo, de otros estados árabes. Es que los precios son mucho más bajos que en otros sitios, hasta ahora emporios de esa actividad en la región, Turquía, India.

-En Mozambique, también a mediados de esta década arreciaron las denuncias que, obviamente, no circu laron en los medios de incomunicación de masas. Revista Umoya una publicación desde la periferia planetaria (aunque editada en Valladolid, España), recogió el escalofriante testimonio de una monja brasileña radicada en Mozambique, Maria Elilda dos Santos, que testimonió la situación de “niños pobres muertos en los últimos meses”, “por la noche esos blancos van donde se encuentran y les ofrecen pan, camisas y los convidan a dar un paseo. Se mete a los niños en un coche y no vuelven nunca.” (1) La misionera ha quedado virtualmente sitiada en su convento, bajo amenaza permanente. En el “escándalo” queda claro el apoyo de los cuerpos de seguridad. No a la monja, precisamente, sino a “los blancos” de los coches mencionados por la buena mujer.

El Reino Unido, Irak, Mozambique nos resumen los diversos rostros del tráfico de órganos: desde el legal y permisivo británico hasta el uso despiadado y genocida de la impunidad, c omo en Mozambique, pasando por el comercio sórdido pero no asesino del “ejemplo” iraquí.

El caso israelí
Hasta aquí, los antecedentes. Vayamos ahora al caso del título, que merece, a su vez un precedente con el que podría estar muy ligado.

1)En julio de 2009 Levy Izhak Rosenbaum, rabino en New Jersey, es detenido tras una larga “carrera” vendiendo órganos. Declaró que compraba los riñones a gente pobre en 10 000 dólares y los vendía a pacientes desesperados en hasta 160 000 dólares. La espera legal de riñones anda por los 9 años.(2)
La “noticia” tuvo una escasa cobertura mediática local; el “recorte” que Clarín dedicara al tema ya no está accesible por internet (ha pasado menos de medio año) y hay fugaces comentarios en otros cotidianos porteños. También se la conoció en periódicos de otros sitios de Argentina. La noticia correspondía a una investigación de unos diez años y la detención abarcó en un primer momento a 44 implicados, y entre sus rasgos se aclaró que su líder, don Levy, andaba armado y persuadía con el revólver a algunos presuntos dadores arrepentidos, generalmente provenientes de capas y/o países empobrecidos.
El arresto cayó sobre varios rabinos, funcionarios públicos electos y asesores “de confianza”. Y las conexiones detectadas llevaron la red “casamentera” como gustaba denominarla Levy Izhak Rosenbaum –porque “unía” un órgano con un cuerpo que lo necesitaba– desde Brooklyn, en el corazón de Nueva York y sur de Manhattan hasta Israel. Amén de ese peculiar sentido del humor se le conoce una fuerte vinculación espiritual o ideológica con el partido Shas, de la extrema derecha religiosa israelí.

2)El periodista sueco Donald Boström se decide inmediatamente después de conocerse “la banda” Rosenbaum a publicar el fruto de su experiencia incluso personal. Años ante s, como corresponsal en plena intifada, escuchó estremecedores relatos de padres de jóvenes muertos por los militares israelíes y devueltos a sus deudos, con un costurón del mentón al pubis. Boström, operando en territorios palestinos le tocó vivir la experiencia del “retorno” de uno de esos chicos muertos. 1992. El de Bilal Ahmed Ghanan, vigoroso muchacho de 19 años que se había convertido en hostigador permanente de los soldados que ocupaban su comarca. Desde hacía dos años Bilal y otros jóvenes apedreaban en desigual lucha de guerrilla al ejército israelí y la persecución ya había escrito sus reglas: los muchachos ya no vivían con sus padres, sino escondidos en ruinas y lomas, se sabían condenados a muerte.

El ejército israelí logra emboscarlo, en la aldea “escuchan el procedimiento” y cuando acuden a hacerse cargo de los heridos –ya muchos, desde detrás de arbustos o cortinas, saben cómo los soldados lo baleaban y que se trata d e uno solo–, para su sorpresa, los militares se niegan a entregar el muy mal herido muchacho, al que arrastran primero, lo suben a un vehículo militar y los atribulados vecinos y familiares escucharán cómo lo trasladan a un helicóptero en las afueras de la aldea.

La segunda parte de este macabro acto es lo que vivirá Boström al lado de los desesperados progenitores: cinco días después, en la noche, vehículos militares traen, directamente al cementerio, lo que resulta ser el cuerpo de Bilal. Lo alojan en una fosa; allí, empero, los que lo entierran llegan a ver el costurón en tanto los soldados observan el procedimiento contándose chistes. Lo que sospecharon los padres será lo que Boström estampará como título de su nota: “A nuestros hijos les han saqueado los órganos”.(3)

Boström emplea semejante título luego del cuidadoso análisis de muchos testimonios que reconocen hilos comunes que lo llevan a pensar, además, que las acusaciones de tiempo atrás en Palestina (los testimonios como el descrito vienen al menos desde 1992) se ligaban por muchos hilos con la banda de traficantes desbaratada en New Jersey. El trabajo de Boström del mes de agosto también llegará a nuestras rioplatenses playas aunque muy amenguado, como pequeñas grajeas informativas, sin mayor relevancia.

La reacción

Y desde entonces, el diluvio. De acusaciones, insultos, desmentidos. Una nube mediática alcanzó el globo, acusando a Boström en primerísimo lugar, de antisemitismo. Boström, con perplejidad o ingenuidad sueca, todavía quiso “arreglarla” explicando que no había ninguna intención antisemita, que estaba desolado por recibir semejante epíteto, que sólo había escrito a partir de su contacto con la realidad y confesó que aquellas quejas y acusaciones de padres indignadísimos y doloridísimos habrían seguido tal vez archivadas en su memoria y en su conciencia si no hubiera explotado el n egoción de los rabinos con una red internacional de tráfico de órganos.
Algunos funcionarios suecos procuraron recordar que por la libertad de expresión no podían penar a Boström, pero que había que poner coto a “patrañas” que lidiaban con “la responsabilidad”, novel o no tan novel denominación de la censura.

Morten Berthelsen y Barak Ravid escribieron en Ha’aretz,(4) un diario de la llamada izquierda israelí, que el principal cotidiano del sur sueco, Sydsvenskan, liberal, hacía una áspera crítica contra su colega y jugaba con las palabras, denominando a Aftonbladet (La hoja de la tarde) –el diario que publicara la nota de Boström– como “Antisemitbladet” (La hoja del antisemitismo).

“Conocemos la historia. De una forma u otra, sigue la pauta tradicional de la teoría conspiracionista: un gran número de hilos sueltos con que el teórico procura tentar al lector para que haga un nudo sin haber presentado una prueba de nada en ningún momento”, citan así al editorialista del Sydsvenskan, Mats Skogkär.(5)
“Murmullos en la oscuridad. Fuentes anónimas. Rumores. Es lo que presenta. Después de todo, ya todos sabemos que los judíos no son humanos, son capaces de cualquier crueldad. […] Luego de toda esa andanada lo que queda es la defensa habitual: ¿antisemitismo? No, apenas críticas a Israel” (ibíd).

Berthelsen y Ravid nos cuentan que la cancillería israelí ha reaccionado con furia y que su vocero, Yigal Palmor, declaró que la decisión del diario (Aftonbladet) de publicar la historia “es un mojón de infortunio para la prensa sueca”. A su vez sabemos por ellos que: “La embajada israelí en Estocolmo le ha transmitido una áspera condena tanto al gobierno sueco como al mismo diario.”
Como ve el lector, tanto algunos diarios suecos como israelíes han concentrado sus esfuerzos en “analizar ” el antisemitismo y en absoluto atender al problemita concreto que podría ser el tráfico de órganos y fundamentalmente el uso de órganos de seres humanos matados… inmediatamente antes.

En “el análisis” del mencionado Skogkär, no aparecen las pruebas presentadas por Boström, –el testimonio de progenitores absolutamente impactados, indignados e interrogantes–, que denunciaban con nombres y apellidos el destino de sus hijos devueltos con consturones del mentón al pubis. Tal vez para muchos periodistas del Primer Mundo, o “mundo civilizado”, los testimonios de palestinos carezcan de validez jurídica.
Aunque el gobierno de Suecia evitó un juicio al respecto, la embajadora sueca en Israel, Elisabet Borsiin Bonnier, emitió un comunicado de prensa afirmando que: "el artículo ha sido tan chocante para los suecos como para los ciudadanos israelíes"[…] Compartimos la preocupación del gobierno de Israel, de sus medios de comunicación y de su opinión pública. La embajada no puede permanecer al margen de ello." (6)

Con toda razón titula una nota: “En vez de investigar, Israel pide ‘condenar’ artículo sobre tráfico [de] órganos de palestinos”. En ella nos enteramos que la mencionada embajadora sueca en Israel ha aclarado, además, que el artículo tenía "tinte antisemita" y un "claro objetivo de hundir la reputación de Israel".
Los comentarios del canciller israelí, Avigdor Lieberman, fueron jugosos: "No se trata más que de una continuación de los 'Protocolos de Sión' "[libro antisemita prototípico, por si alguien no lo sabe]. Añadió: "si el periódico (sueco) leyese la prensa nazi editada por Goebbels tendrían otra idea sobre este tipo de artículos con una credibilidad similar". "Es un claro ejemplo de la demonización de Israel", remató Lieberman.(7)

En concreto, que luego del artículo de Boström y de la con traofensiva mediática y diplomática israelí del mismo mes de agosto y de setiembre, “la cancha” se embarró lo suficiente y la idoneidad de Boström quedó bastante maltrecha.
Pese a que la dirección del Aftonbladet (socialdemócrata) defendió en todo momento y públicamente la investigación de Boström sosteniendo que había sido evaluado mil veces antes de publicarlo y que el artículo gozaba de toda la solvencia que se le exige a una nota internacional. Boström también contará que él había presentado el trabajo antes al Dagens Nyheter, el principal matutino sueco, liberal, que se lo devolvió sin dar explicaciones.
El saldo de la trifulca mediática de agosto y setiembre de 2009 giró alrededor de la calidad profesional de Boström, de su “buen gusto”, y de la campaña antisemita habitual en tanto que el tema de fondo, el presunto tráfico ultrajante, abusivo, de órganos de donadores forzados, quedó en una penumbra mediática, solo rota por las rede s antisionistas pero ya fuera del circuito mediático principal.

¡Epa! ¿En qué quedamos? Las mentiras eran verdades
Como una tormenta en cielo sereno, en diciembre de 2009 quien es considerada una de las investigadoras más significativas acerca del tráfico de órganos humanos en el mundo entero, la profesora de antropología de la Universidad de California, en Berkeley, la estadounidense Nancy Sheppard-Hughes, hace declaraciones sobre el robo de órganos en Palestina/Israel, sobre Boström y su investigación periodística.
The Guardian, de Londres, nos entera a través de un escrito de Ian Black, editor de asuntos mediorientales, que: "Israel admitió que sus patólogos cosecharon (sic) órganos de palestinos muertos (sic, sic) sin el consentimiento de sus familias".(8) Notemos la fineza semántica de The Guardian para referirse al robo como ‘cosecha’ y a palestinos mortalmente reprimidos o asesinados a sangría fría como “mu ertos” nomás.

Al parecer, la investigadora ya mencionada había entrevistado en el 2000 a Yehuda Hiss, el director del Instituto Forense Abu Kabir, cerca de Tel-Aviv, y éste había admitido entonces su participación protagónica en el execrable tráfico.
Nancy Sheppard-Hughes sacó ahora a luz la confesión del galeno israelí, destacando el profundo "simbolismo" de "despellejar a la población considerada enemiga". Lo hizo a la vista de las acusaciones de la plana mayor de Israel que negaban lo presentado por Boström y calificaban de antisemita la investigación, y de "libelo sanguinario".(9)
El 24 de diciembre Democracy Now, desde EE.UU. informa que en el fin de semana un canal de televisión israelí puso al aire una entrevista con el que fuera director del laboratorio donde se desarrollaron las operaciones de transplantes, el mismo Hiss que habría renunciado a la dirección forense en 2004, y que describe a la audiencia la “cosecha” de có rneas, válvulas coronarias, piel y huesos.

Se ve que Ian Black es uno de los periodistas que se ha tomado el trabajo de “normalizar” este escándalo. Por ejemplo, considera que el documental televisivo (donde extrañamente aparece el Instituto Forense Leopold Greenberg en lugar del de Abu Kabir) "probablemente generará enojo en los mundos árabe e islámico y reforzará los estereotipos siniestros de Israel y su actitud con los palestinos".
Formidable ombliguismo de mundo rico el del Sr. Black. Tal vez considere que el uso de órganos de seres humanos matados no sabemos si tras refriegas o a sangre fría no despierta enojo en su mundo y sólo lo hace entre árabes y islámicos. Nosotros, empero, seguimos apostando que semejantes actos lesionan el respeto a la vida humana en general y deberían despertar el repudio de habitantes del Primero, Segundo o Tercer Mundo, no sólo de “los mundos árabe e islámico”. Por otra parte, su estimación de que este manejo de los órganos de seres humanos va a reforzar “estereotipos siniestros de Israel y su actitud con los palestinos” es, una vez más, eludir la cuestión de fondo, los delitos excecrables cometidos por autoridades israelíes y fijar la atención, desviándola, en aspectos secundarios como la imagen que árabes puedan tener de Israel (pero que ciertamente es lo que más les preocupa a quienes tienen el poder en Israel, por ejemplo).

Los "militares de Israel" confirmaron en un programa del Canal 2 (de Israel) que su “práctica (sic) había tenido lugar […] de manera informal (sic) sin permiso de los familiares”, y juraron que su "actividad (sic) concluyó hace una década". Ah, bueno; el mundo entero puede sentirse más tranquilo. Aquí no ha pasado nada, y lo que pasó apenas merece cuidado…
Si algo faltaba para darle su verdadera dimensión monstruosa a lo acontecido es esta declaración exculpatoria de los militares israel íes... hacia sí mismos.

La revelación de Nancy Sheppard-Hughes concede razón al periódico sueco Aftonbladet y a Boström.
Boström cuenta en su nota de agosto cómo fue advertido por "funcionarios de la ONU" que le dijeron que no podían actuar ellos directamente (no explican porqué) y lo alertaron sobre "la desaparición de jóvenes palestinos, quienes reaparecían en sus aldeas con una autopsia, contra la voluntad de sus familiares". Como buen periodista, Boström hizo la consulta con militares israelíes que le “confirmaron” que eran todas patrañas de palestinos ‘que se imaginan cosas’, puesto que todos los palestinos matados en los enfrentamientos con Israel reciben autopsia, de rutina.

Boström repasó entonces lo ocurrido con los palestinos muertos en 1992 por los israelíes. 133. Con un umbral etario entre 4 meses y 88 años. De los 133 recibieron autopsia 69. Cae por su peso el argumento que con tanta suficiencia intelectual le habían brindado los militares israelíes: tuvieron autopsia apenas la mitad. “Las preguntas cuestionadoras están totalmente en pie.”

La cadena de atrocidades tiene muchos eslabones témporo-espaciales
Lo que planteó Boström a la luz del día y ocasionó las reacciones sionistas que hemos reseñado en rigor no surgieron de la nada.

Ya había habido varias denuncias en el mismo sentido. Tal vez por su origen, uno de los “casos” se ventiló hacia fines del siglo pasado. En 1998, un escocés, Alistair Sinclair, fue capturado en calidad de narcotraficante y alojado en un calabozo del aeropuerto Ben-Gurion, en Tel-Aviv. Muy poco después se registra su muerte en el calabozo y sus deudos reclaman el cadáver. Mucha resultó su sorpresa cuando observan en el cuerpo los signos de una autopsia en regla que acompañaba la certificación de su muerte. Sin embargo, los deudos ordenan una segunda autopsia y cual no sería su segunda so rpresa al ver que el muerto carecía de corazón y otras partes corporales. El escándalo levantó vuelo y según Khalil Amayreh (10) el envío por parte de las autoridades médicas forenses a Escocia de un corazón y las partes faltantes no tranquilizó en absoluto a los deudos.

Semejante “incidente” dista de ser el único. El ya citado Amayreh recuerda que en enero de 2002 el muy desacreditado, desgastado, enfermo y sitiado Yaser Arafat señaló públicamente su temor de que los cuerpos de los jovencitos y niños victimados por el ejército israelí pudieran estar sirviendo como bancos forzados de órganos para transplantes. Evidentemente carecía de pruebas pero tenía tan fuertes indicios como para presentar semejante “preocupación”.

En 2004 Mujeres de Negro, una red de mujeres pacifistas que se inició en el 2001 en Palestina contra la violencia sionista, pero que se ha ido extendiendo a esta altura por todos los continentes (o al menos por la ma yoría), que tiene núcleos en Serbia, Italia, España, México, Turquía, Gran Bretaña, Dinamarca, Alemania, India, Sudáfrica, Filipinas, acusó a un militar israelí retirado, Gegalya Tauber Gadu, como eje de un tráfico de órganos con actividad asentada en Sudáfrica y basada en “donantes” brasileños. Para el cruce transatlántico la red contaba con apoyo policial brasileño. Y el eje que se había establecido era Pernambuco-Durban. Cuando la policía federal brasileña desbarata esta banda el ex-militar detenido llega a “sincerarse” diciendo: “creí que como el dinero venía del gobierno israelí no habría problema”. Nos tememos que no va a recibir ningún ascenso del ejército israelí cuando “pague” su condena…

Examen a partir de la acción, la reacción y la explicación
Sabemos ahora que la denuncia de Boström era certera y pertinente. Sabemos además que las ya tan habituales acusaciones de antisemi tismo fueron un triste taparrabos que no pudieron cubrir las “vergüenzas” ventiladas. Sabemos que las “aclaraciones” militares e institucionales israelíes no valen un maravedí ni de los más devaluados. Lo que necesitamos saber es qué fundamentos, si se pueden llamar fundamentos, tienen estas atrocidades.

Las acusaciones de antisemitismo, conspiracionismo y descalificaciones similares cuentan con un aliado extraordinario. En una de sus reflexiones, Hannah Arendt cita a David Rousset, “«Los hombres normales no saben que todo es posible», se niegan a creer en lo monstruoso frente a sus ojos y oídos” […] La normalidad del mundo normal es la protección más eficaz contra la revelación de los crímenes en masa de los regímenes totalitarios.”(11) Aunque Arendt se refiera en su texto al estalinismo y al nazismo, nos parece muy adecuado a nuestro caso el análisis de las percepciones sociales. La existencia de atrocidades rom pen los marcos de referencia habituales y de algún modo protectores. Cuando se ejercen acciones como los secuestros de heridos para usar sus órganos, los grupos de tareas cuentan con un aliado en la resistencia lógica de “la gente” a aceptar tamañas atrocidades.

En el caso israelí, es importante tener en cuenta que dado lo sagrado de los cuerpos de la comunidad para la religión judía, la donación de órganos, voluntaria, es de las más débiles que se conoce entre los países del llamado Primer Mundo (que es el lugar que se le atribuye de oficio al Estado de Israel). En 1992, precisamente, Netanyahu llevó a cabo una campaña pro-donaciones de órganos que coincide temporalmente con los primeros cuerpos de jóvenes palestinos devueltos con esos impresionantes costurones del mentón al pubis.
Sheppard-Hughes no dejó de subrayar lo atroz de usar los cuerpos de los enemigos para quitarles órganos, y habría que agregar a ello, la reluctancia a usar los cue rpos sagrados propios.

Sólo un racismo perfectamente ensamblado a través de una sacralización religiosa permite poner tan a buen recaudo algunos cuerpos y poner tan a disposición carnicera otros, los otros cuerpos, los cuerpos de los otros. Sólo un racismo tan atroz le ha permitido a un rabino como Dov Lior declarar, por ejemplo, que “se podrían usar terroristas árabes capturados para efectuar experimentos médicos.” Algo que, precisamente, bordea la denuncia de Boström.(12) (Que esa posición le haya impedido, precisamente, hacerse miembro de la autoridad máxima rabínica en Israel no neutraliza su visión, sólo nos permite ver que no todos los sionistas tienen la misma idea de “el otro”.)

“El rabino Lior, junto con otros rabinos, ha sentado un precedente a nivel halájico, decretando que Israel debe disparar en contra de las poblaciones civiles en aquellas áreas donde se originen ataques terroristas contra comunida des judías (asentamientos).” (ibíd.). No sabemos el apoyo con que cuenta este otro mandato rabínico, pero sí sabemos que en la realidad cotidiana se cumple, lo cumple el ejército de Israel. Como lo ha declarado algún soldado lúcido: “La verdad es que al día de hoy podemos dispararles a los árabes cuando se nos ocurra sin ser penados.” (13)
Lior pertenece también a las huestes religiosas que condenan “el proveer de empleo o alquilar una vivienda a árabes”. Esta última afirmación revela el grado de apartamiento, radical, que el judaísmo fundamentalista ha logrado respecto de la población despojada, a la cual ya no se la necesita ni tolera ni siquiera como asalariados o esclavos. Lior “supera” la idea de apartheid.

En realidad, estamos frente a “los procedimientos jurídicos y los dispositivos políticos que [hacen] posible llegar a privar tan completamente de sus derechos a unos seres humanos” (14)

Confrontemos las peripecias vividas por Bilal Ahmed Ghanan, a principios de los ’90 y por Gilad Shalit a mediados de la década actual. Gilad, tomado prisionero por “irregulares” palestinos está cumpliendo una prisión militar y política. Los palestinos se han afanado, seguramente con riesgos de su seguridad, para ofrecer desde hace ya más de tres años “pruebas de vida” del joven soldado. Que despierta todos los sentimientos de piedad y compasión desde sus seres queridos.

Algo totalmente comprensible y respetable. Pero pensemos por un instante la suerte que el mismo ejército que tenía en sus filas a Gilad y que lo tiene ahora como emblema, le deparó a Bilal. Una muerte planificada, de militares a la búsqueda de víctimas… ¿y de víctimas para qué?, para cubrir necesidades de reposición de órganos. (Esperemos que el lector pueda ir encontrando la investigación de Boström total o parcialmente en idiomas más accesibles que el suec o.)

Pero como vemos por el testimonio de Diamond, no se trata de rabinos tipo partido Kach, el de los partidarios de la violencia abierta y total contra los natives, que procuran reeditar en pleno siglo XXI las matanzas que los europeos le dispensaron al resto del mundo a lo largo de los últimos cinco siglos. Se trata del civilizadísimo ejército “de Defensa” israelí… que hace eso mismo, pese a que tanto racista à la Jourdain, los Aguinis y Mactas, hablen de Israel como la democracia occidental en la barbarie asiática (afroasiática, para ser geográficamente más preciso).

Y la furia, ¿qué significa?

Una última consideración, ésta sobre la furia con que en agosto reaccionaron los amigos de Israel y sus estamentos institucionales y políticos contra lo que vieron como un montaje fantasioso, conspiracionista y falso.
Una suerte de santa indignación: –¿cómo a nosotros? Es como si subyaciera al arreba to la pretensión de “el derecho de disposición irrestricta en situaciones de carencia extrema”, parafraseando a Roberto Gargarella.(15)
Hay que recordar que apenas un par de meses antes, en octubre de 2009, Israel vibró de furia ante una serie televisiva turca donde se presentaba de modo crítico el comportamiento israelí durante la invasión y matanza en la Franja de Gaza de diciembre 2008-enero 2009. ¿Qué pretendían los enojados? ¿Que Turquía presentara una serie donde los soldados israelíes anduvieran repartiendo claveles y rosas?

Y cuando en este último setiembre el jurista sudafricano, judío y sionista, Richard Goldstone, presentó su informe ante la ONU condenando a Hamas y al Estado de Israel por delitos de lesa humanidad también hubo una reacción furiosa en Israel. Aunque justo es decir que la cobertura periodística que nos llegó no menciona en este último caso una reacción social sino exclusivamente de los mandos del país.

Pero de cualquiera de las dos formas, trátese de una furia socializada o de una furia proveniente de los titulares del poder en Israel, nos parece que Gideon Levy, un lúcido periodista judío, israelí, dio la clave cuando dijo que el comportamiento israelí sólo es comprensible desde la psiquiatría.
La furia verdadera le impide, al furioso, pensar.
La furia fingida le impide pensar al otro.
Ninguna de las dos nos permite acercarnos a los problemas de verdad.

* Editor de la revista futuros, del planeta, la sociedad y cada uno, y miembro del equipo docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofìa y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

notas:
1) “Toda máquina necesita repuestos. Nueva visión del cuerpo humano”, Crisis, Buenos Aires, no 62, abril 1989.
2) Retransmitido desde Montevideo, Por la voz de Mumia, no 143, COMCOSUR, 1/2/2004.
3) Sydvenskan, Malmö, 17 agost o 2009.
4) ”Våra söner plundras på sina organ”, Afttonbladet, Estocolmo, 17 de agosto de 2009. Todas las citas de Boström, salvo que se indique lo contrario, provienen de este artículo.
5) 19/8/2009.
6) 20/8/2009.
7) Cit. p. Assaf Uni y Barak Ravid, “Swedish daily hits back at critics of IDF organ harvest story”, Ha’aretz, 6/9/2009.
8) http://www.chiwulltun.blogspot.com
9) http://kikka-roja.blogspot.com/2009/12/israel-admite-el-trafico-de-organos.html
10) Mark Lavie, El Diario de Yucatán, 20 de diciembre de 2009.
11) “Asesinar palestinos para extirparles sus órganos”, http://www.xpis.ps
12) Los orígenes del totalitarismo. 12. El totalitarismo en el poder.[1949], Alianza Editorial, Madrid, 1 982.
13) Esta afirmación es de fines de los ’80, muy poco antes de los testimonios acerca de jóvenes palestinos matados y cosidos, y se encuentra en wikipedia, en inglés y castellano: http://es.wikipedia.org/wiki/Dov_Lior
14) Arik Diamond. Testimonio recogido por Donald Boström, precisamente, para Inshalla.
15) Daniel Navarro, “Clínicas de concentración”. Examen de campos de concentración y exterminio, Página 12, Buenos Aires, 10/12/2009.
16) “El derecho de resistencia en situaciones de carencia extrema”, Astrolabio, no 4, Barcelona, 2007.

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http://www.kaosenlared.net/noticia/israel-cuerpos-organos-saqueados-racismo

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