Oí al Mensajero de Dios -la paz y las bendiciones de Dios sean con él-, diciendo:

«Quien de vosotros vea una mala acción, que la cambie con su mano, si no pudiera con su lengua, y si no pudiera, entonces en su corazón, y esto es lo más débil de la fe».

Lo transmitió Muslim.

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jueves, 19 de noviembre de 2009

El pañuelo resulta a veces un obstáculo para encontrar empleo.

"Podemos ser lo que queramos, desde doctoras a ministras"


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Al hablar de las mujeres musulmanas en Galicia no hay blancos ni negros. Hay una amplia variedad de grises. Ninguno de ellos tiene que ver con el islam. Son consecuencia de la cultura y las costumbres propias de cada país o cada pueblo o, incluso, del nivel socioeconómico. Lo mismo que sucede en cualquier sociedad. «Hay gente que piensa que las mujeres musulmanas no podemos hacer esto o aquello, que estamos sometidas. Pero ahora podemos llegar a doctoras, profesoras, ministras... Podemos trabajar y estudiar», comenta Nisreen, una mujer de Gaza de 32 años que llegó a España en el 2001 para buscar una vida mejor, lejos de la guerra. La encontró en Santiago, donde vive con su marido y sus tres hijos. «Aquí llevamos una vida tranquila, tenemos muchos amigos gallegos. Al principio la gente, cuando te veía con el velo, quedaba un poco sorprendida, pero ahora están acostumbrados. Aquí nadie te prohíbe nada y nadie se mete con nadie», explica.

Aunque ahora no trabaja, el hecho de llevar pañuelo nunca le ha resultado un problema para encontrar un empleo. Tampoco lo fue nunca para Hakima. «Antes -explica la joven que ahora vive en Foz- estaba en la cocina de un restaurante. Allí quitaba el velo y ponía un gorro. Tenía el pelo tapado, entonces no había problema», apunta.

Otros casos no son iguales. Para Shalia, a veces, el hecho de llevar velo puede resultar un obstáculo, al menos en un primer momento. «Conozco gente que le fue un poco complicado hallar trabajo por ello», apunta.

La objeción a contratar a mujeres con velo es algo que aprecian los colectivos de ayuda a extranjeros en Galicia. «Cuando nos traen el currículo, una de las cosas que recomendamos es que no incluyan una imagen con velo. Lo más habitual es que no las llamen cuando ven el pañuelo», explica una de las colaboradoras en la organización Viraventos.

La otra cara

Pero al hablar de los derechos de la mujer musulmana, añade, todo acostumbra a girar en torno al velo, cuando hay cosas mucho más importantes como que puedan estudiar, aprender español, manejar el dinero propio o trabajar. Porque todavía hay muchas que piden permiso a sus cónyuges para poder ir a clase de español o aparecer en un medio. Le ocurre a T., una mujer de Marruecos que, aunque lleva unos ocho años en Arteixo, tiene problemas para entender español. Vive bien aquí, pero esquiva las imágenes: «Tengo que pedir permiso a mi marido para dejar que me hagas una foto».

Pero eso «es costumbre del país, no del islam», vuelve a repetir E., una rusa que vive en A Coruña desde hace unos años. Matiza que la religión musulmana es buena para la mujer. «El musulmán tiene que proteger a la familia. Luego cada cultura hace una interpretación propia de la religión», apunta.

Los estereotipos que marcan a las familias musulmanas son ajenos también a otra joven compostelana. «La verdad es que es mi padre el que es musulmán. Pero nunca tuve problemas de ningún tipo por ello. Cuando empezaba a salir por ahí con las amigas, muchas de ellas tenían que maquillarse fuera de casa o llevar otra ropa en la mochila para cambiarse. Nunca tuve que hacer eso», apunta Suheila, de 27 años, que ahora estudia en Santiago.

F. y R. son senegalesas. Como la mayoría de sus compatriotas, no llevan velo. Visten ropa occidental y, aunque cuentan que es el marido el que manda en el hogar, confiesan que luego acaban haciendo lo que pretenden. Están casadas. Sus maridos todavía no han optado por tener más esposas, una práctica prohibida en España. Pero explican que eso no les importaría. Es normal en la religión. Pero los celos también los hay. Una mirada al hablar es suficiente para descubrirlo.

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